Como Iglesia clausuramos este tiempo de Pascual, con la solemnidad de Pentecostés; en este día apagamos el Cirio Pascual, como signo de que esa luz queda encendida en cada Bautizado, en cada hombre y mujer de buena voluntad sobre la faz de la tierra. Literalmente pasamos la página de nuestro Breviario y encontramos de inmediato un título que dice “Tiempo Ordinario”.

Podría dar la impresión de que ya no hay nada novedoso por vivir, de que este tiempo litúrgico que sigue es aburrido, monótono y “ordinario”, pero déjame decirte que no es así, es todo lo contrario. Es un tiempo en donde la experiencia fuerte de esta Pascua (Pasión, muerte y resurrección de Jesús) se hace vida en lo cotidiano de cada día, en lo que parece rutinario y con frecuencia molesta. Si la presencia del Espíritu Santo ha renovado y sigue renovando la faz de la tierra, nuestra tierra, lo más profundo de nuestra existencia, debemos asumir y creer que todo en nosotros es nuevo: hay nuevas sonrisas, nuevas maneras de ver la vida, de orar, vivir en familia, en comunidad, con nosotros mismos, con Dios, con la creación. No puede ser ordinaria y rutinaria la luz de un nuevo amanecer, cuando tantos hermanos no han llegado a él, no puede ser ordinario y rutinario un gesto de amor, perdón, bondad y misericordia en medio de tanta guerra e indigencia.

Y Entonces… ¿Cómo hacer extraordinario este tiempo ordinario? la respuesta es sencilla… “Hemos recibido la fuerza del Espíritu Santo, del Espíritu de Jesús y por esto los dones, los frutos, los talentos y carismas recibidos de su Espíritu hacen que cada acción y decisión en nuestra vida sea extraordinaria, decisiva, firme e impactante para quienes viven con nosotros. La vivencia de la Pascua, los dones recibidos en Pentecostés, no son para archivarlos hasta el próximo año. No, son precisamente el Motor para echar a andar el Proyecto de Dios Padre sobre nosotros. No sigamos viviendo de cualquier manera, como si no fuéramos hijos de Dios Padre y como si no fuéramos herederos de su reino.

Es hora de vivir en el Espíritu, de lo eterno y para lo eterno, que cada día de nuestra vida sea una aventura jalonada por la fuerza de su Espíritu. Hoy se apaga la luz del Cirio y nuestra luz se enciende; vivamos al soplo del Espíritu, vivamos en lo ordinario de cada día, lo extraordinario que nos trae el amor de Dios. No olvides que el hecho de vivir extraordinariamente, no quiere decir que todo sea mágico, luminoso y feliz…en la oscuridad, el dolor, la renuncia, el morir, el caer, también está la acción extraordinaria y amorosa de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo. Cuando la tormenta arrecia, cuando no hay caminos, cuando nos topamos con nuestros límites, cuando ya no hay fuerzas para andar el camino, nos descubrimos en brazos de Alguien más grande que no lleva en sus brazos por lo más duro del camino.

Abandonemos nuestra vida y todo cuanto nos preocupa en las manos de nuestro amado Padre Dios, solo así veremos su Gloria y experimentaremos lo extraordinario de su continua presencia.

“Ven Santísima Trinidad a Recrearnos, Redimirnos, Santificarnos, a hacer camino con nosotros en lo ordinario y común de nuestros días. Madre, Tú, la amada Hija del Padre, Madre amada del Hijo y la fiel Esposa del Espíritu Santo, Tú que viviste el amor más grande en el silencio y la sencillez de tus días y que hiciste de cada momento vivido, algo extraordinario, enséñanos que lo que hace extraordinaria la existencia, es vivir Con, Por y Para el Amor, Jesús, y en obediencia gozosa a la voluntad del Padre”. Amén.

Sor Luz Elena Medina A
Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl