“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Is 52, 13-53, 12; Sal 30; Heb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-19, 42.
Una mujer buscaba un “crucifijo bonito” para su ahijada. ¡Qué contradicción!
Con el viernes santo profundizamos nuevamente en la encarnación del Hijo de Dios que se hizo semejante a nosotros en todo, menos en el pecado; y abajándose llevó sobre sí los dolores y humillaciones de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Escuchamos la lectura de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo y nos arrodillamos cuando proclamamos nuestra fe en que murió bajo el poder de Poncio Pilato. Y ¿qué más?
¿Qué significa para mí que Jesús murió y se entregó por mí? El evangelio tiene muchos personajes que representan distintas opciones de cómo vivir la Pasión del Señor: Jesús, los discípulos, Judas, sacerdotes y fariseos, Pedro… ¿Qué tan dispuestos estamos a dar la vida como Jesús, por amor al Padre y a los hermanos, especialmente los más pobres?
El crucifijo es terriblemente bello si nos recuerda el amor radical de Dios y el injusto sufrimiento de su pueblo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alicia Margarita Cortés C. HC
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