¿Te has fijado en la imagen que acompaña a este post? (mira al final de este texto) Antes de seguir leyendo te sugiero que te detengas al menos 60 segundos para dejar que te hable… ¿Qué te ha dicho, si es que te ha dicho algo? Ahora, déjame volver atrás. ¿Por qué esta imagen?

Los retos del cambio

Este mes he dedicado algún tiempo a reflexionar sobre lo que aprendí en 2021. En el proceso, revisé lo que escribí sobre este año pasado. ¡Más de 200 reflexiones en mi blog Mindwalk! Me había propuesto publicar una reflexión teológica cada lunes, miércoles, viernes y domingo. Me sorprendieron los puntos que finalmente se conectaron. Inicialmente, me di cuenta de que los temas eran muy variados. Luego me di cuenta de que había un hilo que unía casi todos los mensajes. El cambio. Todos se centraban en algo que exigía un cambio. Mucho antes de la época de Cristo, Heráclito dijo que la vida es como un río… «no puedes bañarte dos veces en el mismo río». Otro comentarista anónimo añadía… «Los picos y las depresiones, los pozos y los remolinos, todo forma parte del viaje. Haz como Heráclito: déjate llevar por la corriente. Disfruta del viaje, por muy salvaje que sea». Al pensar en ello, me di cuenta de que había otro subtema. A veces mis pensamientos flotaban con la corriente del cambio de estructuras. Otras veces me dejaba arrastrar por la comprensión de que no puede haber un cambio estructural sin un cambio en mi forma de pensar (en términos bíblicos, metanoia o arrepentimiento).

El cambio como un viaje común

Sospecho que no estoy solo. A veces intentamos nadar contra la corriente de la conversión personal. Otras veces estamos tan centrados en el cambio personal que olvidamos la importancia de los cambios estructurales. Esto me ha llevado a una esperanzadora reflexión sobre el cambio. Estamos todos juntos en un viaje. Y, gracias a Dios, lo estamos. Cuando nos vemos arrastrados sin sentido por una corriente, hay otras personas que nos llaman a recordar que necesitamos la energía de la otra corriente.

El «Y» vicenciano

Hace años, el P. Tom McKenna recordó algo que nuestro antiguo Superior General, el P. Robert Maloney, dijo sobre San Vicente de Paúl. «Muy pocas veces he leído a alguien que pudiera ponerse de un lado de una cuestión y luego, 50 páginas después, decir algo exactamente opuesto». ¿Y no es cierto? Los consejos de Vicente a la sencillez, y luego a la astucia. Su insistencia en la mortificación, y luego en el cuidado de sí mismo. Su consejo de ser gentil, y luego sus palabras a Santa Luisa de poner algo de vinagre en su trato con los demás. Regina Bechtle, SC nos recordó

«Mientras Vicente, Luisa, Isabel, Catalina, Rosalía y Federico escuchaban la Palabra de Dios y reflexionaban sobre los caminos de Dios con los seres humanos, algo sucedió, algo hizo clic…. Cuando se enfrentaron a las tensiones y conflictos de su tiempo, cuando el Espíritu les abrió los ojos cada vez más para ver el rostro de Cristo en todas partes, se plantaron firmemente en el «Y». No con sus cabezas en la arena, sino con sus cabezas y corazones y cuerpos en el «Y». Acción Y oración; Soledad Y comunidad; Cabeza Y corazón; Ahora Y todavía no; Caridad Y justicia; Servicio que es material Y espiritual. Y es una palabra clave vicenciana. Nuestros fundadores eran personas que vivían en los extremos y eligieron mantenerlos juntos.

Volviendo a la imagen…

invito una vez más a observar el gráfico. Algunas cosas para tener en cuenta:

• Todos pertenecemos a nuestro Creador… y por lo tanto a los demás.
• Cada uno de nosotros aporta diferentes puntos de vista a nuestro viaje común, ya sea a Emaús o a Damasco.
• El Papa Francisco nos anima a unir los brazos en una escucha atenta de nuestra historia y nuestro presente.