Vivimos en tiempos extraordinarios: por su dificultad, por los retos sociales, comunitarios y personales que suponen, y también por los muchos signos de esperanza, pequeños y grandes, que en los diarios problemas se van sucediendo. Para los que hemos puesto nuestra fe en el Señor que está presente en nuestra vida, ningún aspecto de ella, bueno o malo, nos aleja de la íntima certeza de que nada nos separará del amor de Dios, manifestado en su Hijo, Jesucristo (ver Romanos 8,35-39).

Nada me separará de Ti

Ni el dinero,
ni el poder,
ni la fama,
ni las influencias.
Nada me separará de Ti.

Ni la violencia,
ni el dolor,
ni la injusticia,
ni la guerra.
Nada me separará de Ti.

Ni el pecado,
ni la angustia,
ni la falta de Fe,
ni tan siquiera el absurdo de la muerte.
Nada me separará de Ti.

Ni mis inseguridades,
ni mis miedos,
ni la real lucha de hombre contra hombre,
ni el estado de bienestar.
Nada me separará de Ti.

Ni los indicadores económicos,
ni las multinacionales,
ni las estructuras de poder,
ni el Banco Mundial.
Nada me separará de Ti.

Ni mis pequeños dioses personales,
ni mis cotidianas extorsiones a la verdad,
ni la comodidad de lo que tengo por seguro,
ningún poder sobre esta tierra.
Nada me separará de Ti.

Javier F. Chento

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