“Bendito seas, Señor, Dios nuestro”
1 Mac 4, 36-37. 52-59; 1 Cro 29; Lc 19, 45-48.
En esta ocasión y en continuidad con las enseñanzas del Señor, el evangelista Lucas expone una escena donde vemos a Jesús indignado porque la casa de Dios se ha convertido en cueva de ladrones. De esta manera se nos dice que Jesús está dispuesto a darlo todo por el Reino de Dios, enseñándonos a combatir la infidelidad y la injusticia.
El objeto, fin y circunstancia del acto que mueve a Jesús, nos recuerda la necesidad de asumir y defender lo que es de Dios, empezando por el lugar santo. El templo es símbolo de la alianza y presencia de Dios con su pueblo elegido. Es un lugar de oración, en donde el hombre se encuentra con Dios y puede tener un dialogó íntimo para conocer su voluntad.
Jesús nos invita a pensar que nuestro corazón también puede ser un lugar santo para estar con Dios. Esto se consigue cuando la fidelidad de nuestra fe y la práctica de actos de misericordia preparan nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestro corazón y todo nuestro ser para estar en su presencia. El ser humano puede ir educando sus sentidos y su ser para crecer y desarrollar una consciencia limpia, fundamentada en la fe y la razón, preparándose así en todo para agradar a Dios, llevando una vida buena y santa.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Vicentino de Tlalpan, Ciudad de México
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