Nubes de día, y fuego de noche

por | Nov 11, 2021 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús, nuestro Pastor, nos guía por la senda justa.  Tiende él nubes que nos cubran y fuego que alumbre la noche.  Esperamos, por lo tanto, más que tememos.

El evangelio de hoy nos habla de los signos en el sol, la luna y las estrellas.  Dan a conocer ellos que pronto el Hijo del Hombre vendrá en las nubes con gran poder y gloria.

No cabe duda de que nos espantan y acongojan esos signos.  Pero dejarnos apoderar por el espanto y la ansia querrá decir no leer con acierto los signos (véase GS 4).  No conocer las nubes en absoluto.  Ni el amor ni la vida, con sus misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos (Ecl 3, 1-12).  Es que los signos apuntan por último al valor y la esperanza, pues pronto se manifestará Jesús.

Las nubes, sí, quieren decir tinieblas, miserias y desesperaciones (Ez 30, 3; Jl 2, 2; Sof 1, 15).  Pero, si miramos con cuidado, veremos en el borde aun de la nube más oscura una luz plateada.  En otras palabras, no hay mal que por bien no venga; Dios escribe recto con renglones torcidos; véase también).

De hecho, se sirve Dios de las nubes, la oscuridad, para proteger a los suyos (Éx 13, 21; Sal 105, 39; Mt 2, 14).  Y para manifestar su gloria y su poder (Éx 16, 10; Job 37 y 37).  Esas y otras manifestaciones o teofanías llevan a los israelitas a dar culto a Dios, fascinados y temblorosos (Éx 19, 9. 16).

Y si las nubes de miserias las causa nuestra infidelidad, entonces nos hemos de acordar de la fidelidad de Dios.  Ella llega hasta las nubes (Sal 36, 6).  Pese a que nuestro amor es tan desvanecedor cual la nube de la mañana (Os 6, 4).

Al igual que las nubes de lluvia

Así que aun en las tinieblas brillan, sí, rayos de luz y esperanza.  Y nos toca a los seguidores y seguidoras de Jesús ser tales rayos.  Es que, aunque las tinieblas y las noches, forman parte de nuestra vida, no somos de ellas, sino de la luz y del día (1 Tes 5, 5).

Se nos llama, por lo tanto, a ser sabios y justos.  Así brillaremos como el fulgor del cielo y luciremos como las estrellas para siempre.  Y será nuestra misericordia como nubes de lluvia (Prov 16, 15; Eclo 35, 26).  También cual arco entre las nubes, serviremos de señal de la alianza de misericordia (Gén 9, 13).  Cual las nubes, además, obedeceremos y bendiciremos a Dios, y difundiremos sus palabras (Dn 3, 73; Bar 6, 61).

Y todo eso quiere decir vivir como Jesucristo para morir como él (SV.ES I:320) y subir al cielo en una nube (Apoc 11, 12).  Morir como él, claro, supone entregar el cuerpo y derramar la sangre por los demás.  Participar en el solo sacrificio que ofrece él para siempre, que solo su culto y su sacerdocio cuentan.

Señor Jesús, junto a la cruz está tu madre.  Por su intercesión, concédenos contemplarte en la cruz de cerca.  Haz que cobremos fuerza, esperanza y ánimo cuando haya nubes oscuras.

 

14 Noviembre 2021
33º Domingo de T.O. (B)
Dn 12, 1-3; Heb 10, 11-14. 18; Mc 13, 24-32

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