“Una cosa te falta, ve y vende lo que tienes, dales el dinero a los pobres y luego sígueme”
Sab 7, 7-11; Sal 89; Heb 4, 12-13; Mc 10, 17-30.
Todos los seres humanos tenemos, de una u otra forma, apegado el corazón a las cosas de la tierra y, de una u otra forma terminamos dándonos cuenta que ellas no llenan nuestra alma. Añoramos a Dios. Y por eso lo buscamos.
Este joven del evangelio encontró a Jesús y no tuvo miedo de preguntarle qué tenía que hacer. ¡Lástima que fue poco generoso! Y es que cuando el Señor nos pide dejarlo todo, nos pide todo; y cuando nos lo pide todo, no nos deja sin nada. Al contrario, ¡nos lo da todo, porque se nos da él mismo!
Jesús siguió al joven con la mirada y con el corazón triste. Lo vio marcharse con su corazón egoísta y poco generoso. Los que apegamos el corazón a las cosas, tengamos mucho o tengamos nada, no podremos hallar jamás descanso,
En cambio, los que han conocido a Cristo de veras, él les da la fuerza para dejarlo todo y seguirlo incondicionalmente.
San Agustín nos recuerda: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.”
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Guillermina Vergara Macip, AIC México
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