Renovar toda la vida y todo el ser humano

por | Ago 26, 2021 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús da a conocer lo nuevo que no se ha visto ni oído ni imaginado nunca.  Para que seamos sus discípulos, nos tenemos que renovar.

Los fariseos y los escribas preguntan a Jesús por qué sus discípulos no siguen la tradición de los mayores.  Es que los discípulos comen con manos no puras; comen sin antes lavarse.  Y la respuesta es una llamada también.  Llama él a los guardianes de la ley y a la gente a procurarse renovar.

Pero tal llamada es para nosotros también.  Pues aun los discípulos no siempre acogemos pronto lo nuevo que el Maestro nos proclama.  De esto se nos advirtió en el evangelio del domingo pasado.

Se nos contó que muchos discípulos se echaron atrás; no volvieron a caminar con Jesús.  Su enseñanza les sonó demasiado extraña, nueva y aun escandalosa.  Para aceptarla se habrían de renovar en su forma de ser y hacer.

El evangelio de hoy se trata, sí, de la cuestión de la partida de los discípulos.  Nuestro asombro por lo nuevo viene y se va, y da paso al rechazo (Mc 1, 26; 6, 1-6).  La «hosanna» de pronto se convierte en «crucifícalo» (Mc 11, 10; 15, 13. 14).

Y las viejas costumbres y las tradiciones no solo no son fáciles de romper.  Ejercen también fuerza e influencia.  En particular, sobre los que tememos que se nos tome por parias.

Pero aún más duró nos resultará cambiar lo que siempre «se ha hecho así» (EG 33]) si por así seguir se nos cuenta por justos.  Dignos de «reconocimientos, aplausos, premios, puestos» (EG 277).  De los títulos de «Defensores de la ley» y «Protectores de la gente», para que ella no se desvíe del camino recto.

¿Acaso nos queremos renovar a la vez que nos gozamos de los bienes que produce la guarda de las tradiciones?

No, no somos pocos los que buscamos un arreglo que nos dé lo mejor de ambos mundos.  Queremos servir a Dios, sí, y al dinero.  Venimos para servir, pero también para ser servido; aún nos mancha el clericalismo (EG 102).  Nos queda por captar lo que san Vicente.  A saber, «que una verdadera vida de fe llena el alma y la satisface infinitamente».  Está de más, por lo tanto, toda ambición «de rentas, ascensos y seguridades».

De verdad, no pueden sino andar a la greña la vida vieja y la nueva, a la que nos llama Jesús.  Los petachos no sirven de nada; a vino nuevo, odres nuevos (Mc 2, 21-22).

Así que hemos de dejarnos renovar en la mente y el espíritu y vestir del hombre nuevo (Ef 4, 23-24).  Nos toca, sí, despojarnos del viejo Adán para revestirnos de Jesucristo (SV.ES XI:788).

Pues encarna Jesús lo nuevo; cerca de él, descubrimos la vida de otra forma.  La vida nueva, en la que el amor inventivo está por encima de todas las reglas, leyes de la naturaleza y la física, y las tradiciones (SV.ES XI:65. 1125).  La vida íntegra y pura de religión y de caridad (SV.ES VI:370), hasta que se entregue el cuerpo y se derrame la sangre.

Señor Jesús, no nos dejes de renovar por dentro con espiritu firme; crea en nosotros un corazón puro.  Así no saldrá de nuestro interior nada malo.

29 Agosto 2021
22º Domingo de T.O. (B)
Dt 4, 1-2. 6-8; Stg 1, 17-18. 21b-22. 27; Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23

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