Vivir la espiritualidad vicentina a pesar de la pandemia

por | May 25, 2021 | Formación | 0 comentarios

A nuestro alrededor, oímos lamentos: «¿Lo conseguiremos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo será el mundo tras la desaparición de Covid-19?» Los cristianos podemos recordar al buen papa Juan XXIII que hablaba de los «signos» de los tiempos. La pandemia nos obliga a caer en la cuenta de que nuestra vida es frágil y que la vida acorde al evangelio es amor y fraternidad.

En medio de un tiempo turbulento, a menudo nos enfrentamos a la pregunta: «¿Debemos vivir nuestra vocación vicentina de manera diferente porque estamos en tiempos de aislamiento, de crisis sanitaria, económica y social?»

Para reflexionar sobre esto, recordemos las palabras del papa Francisco del 23 de octubre de 2015, durante la misa matutina: «Los tiempos cambian y nosotros cristianos debemos cambiar continuamente Nuestro trabajo es mirar lo que sucede dentro de nosotros, discernir nuestros sentimientos, nuestros pensamientos; y lo que sucede fuera de nosotros, y discernir los signos de los tiempos. Con silencio, reflexión y oración».

Por supuesto, están las medidas sanitarias. Pero, siguiendo a la beata sor Rosalía Rendu, Federico Ozanam y sus primeros compañeros empezaron a visitar a los pobres del barrio de Mouffetard, ¡donde en aquella época la tuberculosis era frecuente!

Nos damos cuenta de que el individualismo y el egoísmo han crecido en los últimos años y la pandemia puede promoverlo debido a los «gestos de barrera». Esto coincide con el hermoso llamamiento del papa en la encíclica Fratelli Tutti. Es la hermandad la que salvará al mundo. Recemos cada día al Espíritu Santo para que nos haga más fraternos. Escuchemos a Federico Ozanam sobre este tema: «Debemos dejar que la Providencia haga lo que quiera, pero debemos ayudarla».

Esa mano amiga es nuestra conversión personal. Más que nunca, en nuestras prácticas, en nuestro voluntariado, debemos mostrar humildad, sencillez, mostrarnos como hermanos y no como superiores a los que visitamos, sino estar llenos de paz y alegría.

Después de meses y meses de leer y escuchar declaraciones que provocan ansiedad, nuestros amigos asistidos necesitan encontrar un amigo que irradie paz y alegría.

San Vicente de Paúl insiste en la oración: «Dadme un hombre de oración y será capaz de todo». Para él, la oración, el rezo es «el centro de la devoción, el alma, el depósito, el pan de cada día». Cuando rezamos, es importante retomar la vida cotidiana. Y la oración es el motor de la acción. La pandemia es un «signo de los tiempos» y los vicentinos estamos invitados a dar testimonio de esperanza. Esto es lo que falta en nuestra sociedad.

Sabemos que seremos juzgados por el amor, y que este juicio no es sólo para después de la muerte. Es ahora cuando acogemos o nos negamos a acoger a Cristo. El capítulo 25 del Evangelio de San Mateo fue comentado por la filósofa Simone Weil, que dijo: «Tuve hambre y me rescataste… ¿Cuándo es, Señor? No lo sabían. No hace falta que lo sepas. No debemos ayudar al prójimo por Cristo, sino a través de Cristo. Jesús siempre está donde menos lo esperamos. Simplemente amemos, sin hacer demasiadas preguntas. Dejemos que Cristo trabaje en nosotros. Y nuestros gestos simples y gratuitos se convertirán, sin que lo sepamos, en momentos de eternidad».

Dejemos que Cristo trabaje en nosotros, «para gloria de Dios y salvación del mundo».

Jean-Claude Peteytas,
diácono vicentino.
Fuente: http://ssvpbrasil.org.br/

Etiquetas: coronavirus

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