Uno de los temas que se repiten en Laudato Si’ es la necesidad de una conversión ecológica. El papa Francisco utiliza la frase «conversión ecológica global» del difunto Juan Pablo II cuando nos interpela repetidamente a mirar aquellas cosas que veneramos como «vacas sagradas» en nuestras vidas y cultura, y evaluarlas con nuevos ojos; con ojos abiertos a la devastación que nuestras acciones están causando al planeta Tierra, nuestro hogar.

Reconociendo el papel que la educación puede desempeñar en la conversión, afirma «La educación ambiental ha ido ampliando sus objetivos. Si al comienzo estaba muy centrada en la información científica y en la concientización y prevención de riesgos ambientales, ahora tiende a incluir una crítica de los «mitos» de la modernidad basados en la razón instrumental (individualismo, progreso indefinido, competencia, consumismo, mercado sin reglas)» (nº 210).

Una cita del difunto general Omar Bradley refleja muy claramente los tiempos que vivimos: «Estamos tropezando a ciegas en una oscuridad espiritual mientras jugamos con los precarios secretos de la vida y la muerte. El mundo ha alcanzado la brillantez sin sabiduría, el poder sin conciencia. El nuestro es un mundo de gigantes nucleares e infantes éticos. Sabemos más de guerra que de paz, más de matar que de vivir». La conversión ecológica de la que habla Francisco nos llama a reconocer la oscuridad espiritual en la que vivimos actualmente y a abrazar un cambio de corazón. Cita a los obispos australianos: «Para realizar esta reconciliación debemos examinar nuestras vidas y reconocer de qué modo ofendemos a la creación de Dios con nuestras acciones y nuestra incapacidad de actuar. Debemos hacer la experiencia de una conversión, de un cambio del corazón».

Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo —nos dice—, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración (nº 202).

Intelectualmente, esto requiere que dejemos de lado nuestra visión antropocéntrica del mundo para pasar a una teocéntrica. Esta visión más amplia crearía un espacio para todas las especies y devolvería a cada una de ellas los derechos que les otorgó el Creador. Emocionalmente, requiere que dejemos de ver a la especie humana como el epítome de la creación y reconozcamos que no somos más que una rama del árbol cósmico de la vida. Desde el punto de vista ético, requiere que reconozcamos que toda la creación está integralmente conectada y que, a los ojos de Dios, cada elemento tiene su propio valor intrínseco.

En palabras de la teóloga Elizabeth Johnson, «la conversión ecológica significa enamorarse de la tierra, una comunidad viva e intrínsecamente valiosa en la que participamos, y hacer todo lo posible por ser creativamente fieles a su bienestar, en sintonía con Dios, que la ama incondicionalmente».

Este es el reto que Francisco nos plantea: Ver toda la creación a través de los ojos de Dios; amar toda la creación como Dios ama la creación; y permitir que la conversión sea una parte integral y continua de nuestra vida diaria.

El Carisma Vicenciano y Laudato Si’ es nuestro esfuerzo por compartir varias formas en que los Vicencianos encuentran que su carisma se conecta con Laudato Si’. Animamos a que hagan comentarios sobre estos artículos y damos la bienvenida a todos los interesados en enviar un artículo a Jim Paddon en jpssvp@hotmail.ca.