“Vayamos con alegría al encuentro del Señor. Aleluya”
Hech 15, 1-6; Sal 121; Jn 15, 1-8.
La Palabra de Dios que escuchamos hoy nos recuerda algo muy importante para toda la vida. La fe nace del anuncio que hemos recibimos de la Palabra de Dios, y si nosotros queremos alimentar, nutrir nuestra fe, necesitamos continuar siempre escuchando el anuncio de dicha Palabra. Por eso, en el evangelio nuestro Señor Jesucristo nos dice: “el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”.
Dar “fruto abundante” es el resultado de una escucha atenta de la Palabra de Dios y de un encuentro real con Cristo. Los frutos que van surgiendo en nosotros nos permiten enfrentar mejor los acontecimientos que se nos presentan en el caminar de la vida. Los frutos que vamos obteniendo son la Palabra de Dios hecha carne en nuestra vida.
En la 1ª lectura vemos cómo Pablo y Bernabé suben a Jerusalén y se encuentran con los apóstoles para presentarles una preocupación en la vivencia de la fe en Cristo. Los apóstoles, teniendo a Cristo al centro de su vida y como luz para toda situación, nos enseñan a dejarnos guiar por los frutos que todo encuentro con Cristo y su Palabra opera en nosotros, y a actuar en consecuencia.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Arzate Macías C.M.
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