Cruz: desesperanza y esperanza; muerte y vida

por | Mar 11, 2021 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

La mejor prueba de que Dios nos ama es Jesús colgado de la cruz por los injustos (Rom 5, 8).  Nos basta con fijarnos en el Crucificado para creer y tener la vida eterna.

Me resulta curioso que la serpiente letal sea señal de la sanación (Núm 21, 4-9).  Pero Jesús se conforma con tal señal (también la medicina que toma el veneno, pharmakon, por cura).  Pues nos dice él que la serpiente en un asta señala a él en la cruz.

Se nos revela, sí, que Jesús, en la cruz, da la vida eterna a los que se fijan y creen en él.  Así que, al igual que la serpiente, la cruz quiere decir muerte y vida.  En otras palabras, muerte quiere decir vida y vida, muerte.

Y nos cuesta más creer tal afirmación que creer lo que dice la primera lectura.  A saber, que las abominaciones no claman, al final, la ruina, sino la restauración.  Pues Dios es rico en misericordia; nos salva por su gracia.

Pero forman parte de las enseñanzas y la vida de Jesús las paradójas.  Pero ésas, que desafían la lógica, no nos solo han de desconcertar.  Más que nada, nos han de desafiar.

Es decir, por ellas se nos llama a unirnos a los pobres, que son ricos de verdad.  Pues de ellos es el reino de Dios, en el que el orden es colocarlo todo boca abajo.  Allí, los desgraciados a los ojos del mundo son dichosos.

Los pobres, sí, se reconocen con necesidad absoluta de Dios, mejor que nadie.  Es por eso que se refugian en él en vez de confiar en los magnates (Sal 118, 9).

Saludo a la cruz, nuestra sola esperanza.

Ser pobre de forma fundamental y radical es ser, hacer y vivir al igual que Jesús.  Y primero que nada, él es, de forma paradójica, Dios y hombre a la vez.

Como hombre, es carne que muere, pobre y débil.  Pero como Dios, es espíritu que vive por siempre, rico y fuerte.  Es pobre, pero nos enriquece (2 Cor 8, 9).  No conoce pecado, pero a él se le hace pecado para nuestra justificación (2 Cor 5, 21).  Ademas, se hace él la maldición para que se nos conceda la bendición (Gal 3, 13-14).

Así que a la luz de las paradojas, hay gran esperanza para nosotros.  Pues en Cristo, nuestra carne mortal se hace inmortal; la carne plasmada de la tierra recibe la gloria del cielo.

Pero, claro, hay una trampa:  hay que colgar de la cruz primero al igual que el que sirve y entrega su cuerpo y derrama su sangre por nosotros (1 Jn 3, 16; 4, 11).

Señor Jesús, colgado de la cruz, concédenos descubrir nuestra gloria y humanidad en ti, por seguirte en servir a los pobres (SV.ES III:359).  Por vivir como tú para morir como tú, y ocultarnos en ti y llenarnos de ti (SV.ES I:320)  Y así no se podrá tu amor, que rebosa, sino notar en nosotros.

14 Marzo 2021
Domingo 4º de Cuaresma (B)
2 Crón 36,14-16. 19-23; Ef 2, 4-10; Jn 3, 14-21

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