En Cristo somos una misma fuerza que puede transformar el mundo

por | Mar 6, 2021 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

“Porque, así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo. Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos”. (1 Corintios 12:12-30)

En Cristo somos uno, lo que significa que siempre seremos una familia, un mismo un proyecto, un mismo fin, donde el esfuerzo de todos y cada uno, potenciará nuestro obrar cristiano y enaltecerá al Altísimo, toda vez que nos hacemos mejores seres humanos cuando trabajamos con pasión y respeto con nuestro hermano, para nuestros hermanos y para nuestro planeta, por eso nos ha concedido el mismo Espíritu a través del cual encontramos la sabiduría y la fortaleza para pensar, sentir y actuar en favor de aquellos y aquello que más lo necesita, acrecentándose así en nuestros corazones la llama del Carisma Vicentino.

Un carisma que hoy hace presencia en el mundo a través de hombres y mujeres comprometidos y soñadores que están dispuestos a dar lo mejor de sí y a vivir la experiencia de Jesús a través del trabajo con otros y para otros. Por tanto, estamos llamados a ser un cuerpo, un todo, una única fuerza donde cada uno es parte fundamental de un proyecto de vida cristiano que supone un cambio sistémico, donde las partes son tan importantes como el todo, donde nos autoorganizamos por un bien que resulta común, donde se aprovechan los saberes de todos de forma interdisciplinar para comprender y atender los problemas y retos, donde lo que le sucede a uno nos importa a todos y lo que nos une no es la limosna sino la transformación profunda de las realidades.

En este orden de ideas, la Familia Vicentina tiene que propender por ser un cuerpo, físico y espiritual, saludable, enérgico y estructurado, es decir, un sistema vital que supone en primer lugar, un reconocimiento sincero de todo aquello que nos constituye, en segundo lugar, un aprovechamiento estratégico de las relaciones que existen intrínseca y extrínsecamente entre sus diferentes partes y en tercer lugar, la generación de ambientes propicios para que sea posible seguir creciendo de forma responsable, organizada e innovadora en el mundo.

Ahora, quiero que volvamos sobre la cita bíblica que abre este artículo, que recordemos que somos un mismo cuerpo, es decir una misma Familia Vicentina, que nos une e ilumina un mismo espíritu el cual se expresa a través de un mismo carisma y que cada uno de los integrantes y las comunidades o grupos cumplimos una labor importante en el correcto funcionamiento de este cuerpo o sistema que por siglos hemos denominado, la Familia de San Vicente de Paul.

Quiero concluir proponiéndoles a todos los lectores que nos demos la oportunidad de pensar rigurosamente algunas alternativas para que encontremos nuevas/otras acciones humanas que nos permitan como cuerpo colegiado, continuar creciendo de manera organizada y estratégica en un mundo por demás caótico, cambiante y revolucionado.

Faber Andrés Alzate O.,
Doctor en Educación con especialidad en mediación pedagógica,
Magister en Educación, Licenciado en Gestión Educativa.
Medellín-Colombia

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