Un santo impulso (Is 61; Jn 1,19-28)

por | Dic 17, 2020 | Formación, Reflexiones, Thomas McKenna | 0 comentarios

Una de mis palabras favoritas, tanto por la forma en que suena como por lo que connota, es «nudge» [empujón, impulso, en inglés]… alguien sentado solo, contento con la forma en que están las cosas y luego comenzando a sentir este pequeño empujón interior, empezando a oír esta voz interior diciendo «levántate y haz algo». En ese punto, él o ella puede continuar adelante o dejarlo pasar, puede convertir ese empujón en acción o simplemente ignorarlo.

Este tema aparece a menudo en las Escrituras. Alguien que está sentado, y que comienza a sentir este impulso interior para dar un paso en cierta dirección. Y con el tiempo, la persona llega a conectar este impulso, este pequeño empujón, con la presencia de Dios.

Un claro ejemplo de esto viene con el profeta Isaías. Él relata este sentimiento de ser enviado que surge dentro de él y que lo mueve «de la nada». Como él testifica, «El Espíritu del Señor ha venido sobre mí»:

  • enviándome a llevar buenas noticias,
  • moviéndome a ayudar a la gente que está necesitada,
  • impulsándome a llevar sanación a la gente que está destrozada,
  • «empujándome» a hacer algo para desencadenar a la gente que está atada y atrapada.

Juan el Bautista se identifica estrechamente con la experiencia de Isaías. Parafraseando a Juan: «Yo también he sentido esa llamada interior a hacer lo que pueda para preparar el camino para el que viene. En este momento, ese camino tiene demasiados giros y vueltas, haciendo difícil que la gente vea quién está justo delante. Lo que siento es el impulso de enderezar ese camino, de hacer lo que pueda para facilitar que la gente reciba al Señor Jesús en sus vidas».

Al responder a estos impulsos, estos dos personajes bíblicos están modelando una experiencia clave en la vida de un discípulo cristiano. Algo comienza a formarse en el interior de una persona y, con el tiempo, pasa de ser simplemente una idea interesante a una especie de energía. Por ejemplo, la diferencia entre leer estadísticas sobre la gente que sufre hambre en esta ciudad y sentir un impulso para salir y hacer algo al respecto, tal vez como voluntario en un banco de alimentos. O podría ser la transición entre pensar en un pariente anciano que vive solo, y luego seguir el impulso de subirme a mi auto e ir a visitarlo.

Y por cierto, sabemos que fue la interpretación de San Lucas del «episodio del envío» de Isaías citado anteriormente lo que encendió una llama dentro de nuestro propio Vicente de Paúl.

Estos impulsos a actuar pueden ser muy débiles, sutiles y fáciles de pasar por alto. Tantas otras cosas los ahogarían, el ajetreo de las vacaciones, una serie de televisión que ver, una cita que hacer. Por eso han surgido diferentes prácticas a lo largo de los siglos para que la gente esté más alerta a estos impulsos internos. Este tiempo de Adviento pone el foco de atención en uno en particular: sencillamente estar callado, alejarse de la distracción, estar solo y en silencio ante Dios. Y mientras estoy allí, prestar atención a cualquier empujón o tirón interno que me mueva a hacer algo útil, algo que dé carne y hueso al amor de Dios en este mundo.

El asunto es que el aliento de Dios está siempre presente, moviéndose sobre las aguas desde el principio de los tiempos, como dice el Génesis. En una época anterior, la tradición podría haber llamado a este empujón interior «gracia actual», es decir, el dedo de Dios moviéndome a actuar, el Espíritu Santo dándome ese pequeño empujón para hacer algo que lleve la presencia de Dios al aquí y ahora.

¿Puedes pensar en un momento reciente en el que sentiste algo así?

  • Tal vez debería decir la verdad tal como es.
  • ¿No sería lo correcto intervenir aquí y defender la reputación de alguien?
  • ¿Y si doy el primer paso para arreglar esta relación rota?
  • ¿Qué tal si le escribo ese cheque a una organización que dé alimento a los necesitados del mundo?
  • Tal vez debería estar más atento a estas restricciones de Covid.

Comencé este escrito con esa palabra, «empujón», y la apliqué a ese cierto impulso de hacer algo beneficioso, a ese empujón interior para actuar por Dios. Tal vez no sea la forma más elocuente de hablar de cómo el Espíritu de Jesucristo se mueve dentro de nosotros, sino que llega a una verdad básica de nuestra fe. La presencia del Señor viene sobre nosotros y nos envía a llevar las buenas noticias de Dios a nuestro mundo. Nos convoca a enderezar el camino del Señor.

Etiquetas: coronavirus

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