“Bendito sea el Señor”
Apoc 5, 1-10; Sal 149; Lc 19, 41-44.
En días pasados fuimos testigos de cómo, durante la etapa crítica de la pandemia, todos pedíamos a Dios para que nos librara del virus; pero después, al ir regresando a la supuesta “normalidad”, en diferentes partes del mundo la gente corría a las playas, a los centros comerciales y se preocupaba por el día que abrirían los cines, restaurantes, el futbol y mucho más. Con tristeza, nuevamente pudimos constatar que nos olvidamos del Señor, así como Jerusalén, que no lo reconoció y por lo cual Jesús lloró diciéndole: “¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz!
¡Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos!”.
Jesús llora. No llora por Él ni por el sufrimiento y la muerte cruel a la que pronto será sometido. Jesús llora por Jerusalén y por el mundo, que no sabe reconocer al Dios que lo visita. Lo tenemos delante de nosotros y no nos damos cuenta por nuestra necedad, por nuestra poca fe, por nuestro egoísmo. Así, el Señor queda oculto a nuestros ojos.
¡Tenemos que escucharle y creerle, para vivir en la paz, que él nos trae!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Jesús Arzate Macías C.M.
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