Obras, de verdad, y no solo palabras

por | Oct 22, 2020 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es la verdad en persona de que las buenas obras son amores y no las buenas palabras y razones.  ¿Vivimos nosotros según esa verdad?

Se nos exhorta con frecuencia a amar a Dios (SV.ES XI:733).  «Pero que sea a costa de nuestros brazos, que sea con el sudor de nuestra frente».  Es decir, el amor no se trata tanto de sentimientos nobles y palabras dulces cuanto de buenas obras y acciones.

Por supuesto, esa exhortación se arraiga en la enseñanza y el ejemplo de Jesús.  Ha venido él a dar plenitud a la ley y los profetas.  Guarda él, por lo tanto, los mandamientos.  Pero también no deja él de destacar lo más importante de la ley:  la justicia, la misericordia y la fidelidad.  Además, señala con acierto que la ley entera se resume en el doble mandamiento de amor a Dios y al prójimo.

Y el prójimo, el más cercano, no nos deja ninguna opción más que la de amar no de forma teórica.  El más próximo, sí, nos llama a hacer obras de amor y así concretar nuestro culto y amor a Dios.  Se nos llama, pues, a hacer lo que Jesús.  Sus dos grandes rasgos son la religión para con el Padre y la caridad para con  los demás (SV.ES VI:370).

Esos rasgos los muestra el Ungido y Enviado de Dios mientras pasa haciendo obras de misericordia.  Sí, recorre él pueblos y aldeas para enseñar, proclamar la Buena Nueva y curar las enfermedades y dolencias del pueblo.  Y acoge él a todos, especialmente a los olvidados por la religión y abandonados por la sociedad.  Su amor no hace distinciones; busca él el bien de todos, de los buenos y de los malos.  ¿Así amamos?

La fe obra por medio del amor (Gal 5, 6); sin obras, está muerta la fe (Stg 2, 17).

A los que nos decimos seguidores de Jesús se nos pone también a prueba.  ¿Hablamos y obramos en pro de los derechos de los inmigrantes?  ¿Acaso no consentimos, por nuestra indiferencia, que se les explote a los detenidos por ICE?

Y, ¿admitimos por nuestras obras que no se puede amar a Dios y a la vez odiar a un hermano o a una hermana?   ¿Es cierto que nuestro amor no lleva cuentas del mal, que disculpa, cree, espera y aguanta sin límites?  Al igual que el amor de san Francisco de Asís (Fratelli tutti 3-4), ¿no conoce fronteras el nuestro?  ¿Captamos realmente que dejar a Dios por Dios (SV.ES IX:297) quiere decir amar al prójimo es amar a Dios?

Quiera Dios que pasemos la prueba.

Señor Jesús, nos amaste hasta el extremo y así lo cumpliste todo.  Enséñanos a cumplir nuestra parte en dar testimonio del amor por nuestras obras.  Concédenos también a los que celebramos tu Cena seguir tu ejemplo y hacer lo que tú has hecho con nosotros.

25 Octubre 2020
30º Domingo de T. O. (A)
Éx 20,20-26; 1 Tes 1, 5c-10; Mt 22, 34-40

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