Escasez de vocaciones

por | Sep 19, 2020 | Benito Martínez, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

El coronavirus se extiende como la mala hierba, especialmente por los barrios pobres y las Hijas de la Caridad quisieran acudir con rapidez a esos lugares, pero no tienen Hermanas, y menos, Hermanas jóvenes. La escasez de vocaciones es una gran preocupación para las Hijas de la Caridad, como lo era para santa Luisa de Marillac cuando escribía a Sor Cecilia Angiboust: “Siento muchísimo que no podamos enviar dos Hermanas a los Recluidos, pero es que, además, creo que para desempeñar bien su trabajo serían necesarias tres o cuatro y de momento no las tenemos. Quedan todavía tres lugares en los que no hay más que una hermana y no podemos enviarles ayuda… Y tenemos Hermanas a unos 74 kilómetros más allá de Caen, para atender a pobres vergonzantes con necesidades extremas en lo espiritual y lo temporal. La reina de Polonia quiere que le mandemos otras tres esta primavera; las está pidiendo desde el año pasado, y no sé lo que podremos hacer. Pida a Nuestro Señor que cumpla su santísima voluntad, y si no, que todo se interrumpa” (c. 477). Y dos meses antes de morir preguntaba a Sor Margarita Chétif, que será su sucesora como Superiora General: “¿No encuentra muchachas que tengan ganas de darse en la Compañía al servicio de Nuestro Señor en la persona de los Pobres? Ya sabe usted que las tenemos de más lejos” (c. 717).

En estos años las vocaciones específicas a las Hijas de la Caridad van disminuyendo en los países ricos y creciendo en los países pobres. Y se podría decir que “a más riqueza, menos vocaciones a las Sociedades de Vida Apostólica”. Pero esta consideración no explica todo. La riqueza puede ser una circunstancia, pero no su causa. Las causas, más bien, serían la descristianización del mundo occidental, el descenso de la natalidad, el abandono del campo para ir a la ciudad y el aumento de ONG dedicadas a los pobres.

A estas causas se añaden los cambios de los tiempos. Para la mayoría, las Hijas de la Caridad no son lo que eran. No hace muchos años, el pueblo las consideraba dedicadas a acoger a los más pobres, ayudarlos, instruirlos y sanarlos. Su servicio era obra social y los gobiernos en España las consideraban, al igual que al ejército, la sanidad y la educación como una institución gubernamental a la que entregaban la beneficencia, estatal, provincial y municipal. Hoy todo ha cambiado. La gente ni se fija en ellas. Los gobiernos tampoco las necesitan, pues sus puestos de trabajo son ocupados al instante y su salario es equiparable al de otras empleadas seglares que trabajan tan eficazmente como ellas. Por otro lado, las chicas que quieren ser Hijas de la Caridad sienten que su vocación causa irrisión, irritación o desprecio a otras chicas.

¿Qué busca la juventud? No hace muchos años las chicas que entraban en una institución religiosa encontraban libertad, igualdad con los chicos, realizar sus ideales, instruirse como personas, subir de categoría social y encontrar comodidades materiales que no encontraban en sus casas, si eran pobres. Hoy todo esto las chicas lo alcanzan en el mundo; y hasta el deseo de servir a los pobres pueden realizarlo en infinidad de ONG. Las jóvenes que ingresan en la Compañía abandonan muchas ventajas materiales y entran por amor a Dios con el deseo de servir mejor a los pobres, apoyadas en la oración y en la vida espiritual. No hay crisis de vocaciones, hay crisis de respuestas apropiadas al ansia de Dios que presentan las jóvenes y a cómo vivirla en una Compañía válida para este siglo, que tiene en cuenta las circunstancias personales, familiares y sociales de las que Dios se vale para llamar a una vocación determinada.

La pastoral vocacional compete a todas las Hermanas. Es fácil desentenderse y traspasar su obligación a los superiores, como expuso Sor Juana Elizondo en una circular: “La Compañía no es un cuerpo independiente de sus miembros, sino formado por ellos; dichos miembros deben trabajar por su existencia, su construcción, su evolución y su perfección. Nada se consigue con criticarla y sembrar desesperanza. Tú tienes que ser el modelo que atraiga a las jóvenes a seguir tu camino, pues en ti descubren a Cristo”.

La Compañía de las Hijas de la Caridad será un reclamo de vocaciones, si las jóvenes ven que responde a los retos de la sociedad actual sin desviarse de su carisma. El servicio a los pobres es imprescindible y lo tienen que ver las jóvenes en esta pandemia, pero tienen que ver también que no son simplemente seglares, sino mujeres consagradas a Dios. Porque ayudar a los pobres, lo hacen multitud de personas, gobiernos y ONG, pero darles un servicio espiritual y corporal en humildad, sencillez y caridad, es propio de las Hijas de la Caridad. Y hay que tenerlo en cuenta, porque la sociedad parece que camina hacia una Iglesia dirigida y animada por laicos, aunque los sacerdotes sean necesarios para celebrar los sacramentos de la Penitencia, la Eucaristía y la Unción de los enfermos y, aunque también necesite hombres y mujeres de vida consagrada en el celibato, la pobreza y la obediencia como faro que ilumina un más allá.

Se necesitan jóvenes con vocación de consagradas ilusionadas al ver que la Iglesia y los pobres necesitan a unas Hijas de la Caridad enamoradas de su vocación por considerarla un don divino. Y porque también las necesitan ellas, quieren saber quiénes son esas “monjas”, qué las impulsan a abandonar tantos encantos del mundo para servir a los pobres, cómo viven, qué esperan. Tienen que ser un faro que ilumine el camino a muchas jóvenes.

P. Benito Martínez, CM

Etiquetas: coronavirus

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