Formación vicenciana desde una mirada africana

por | Jul 16, 2020 | Congregación de la Misión, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Soy un sacerdote de la Congregación de la Misión que ha servido en Kenia durante los últimos doce años. Durante ese tiempo he trabajado como formador, preparando a jóvenes kenianos para ser buenos sacerdotes y hermanos vicencianos.

Uno de los dones que da el trabajo misionero vicentino es aprender a sentirse como en casa en otra cultura. Salir a la misión significa dejar de lado las propias suposiciones culturales y entrar humildemente en los significados y valores de la gente que nos acoge.

Este desafío de la inculturación me ha llevado a repensar el ministerio de la formación vicenciana. ¿Qué significa ser un formador vicenciano en África Oriental? Afortunadamente, mis hermanos kenianos me han ayudado a entender el trabajo de la formación desde su mirada. Ser formador es ser padre o madre, alguien dispuesto a compartir la vida diaria mientras anima a los jóvenes vicencianos a que se apoderen de nuestra tradición vicenciana y la traduzcan en un servicio efectivo a los pobres.

En las culturas de África Oriental, la familia es muy importante. La familia ocupa un lugar de honor en la vida africana. La Iglesia de África se refiere a sí misma como la «Familia de Dios».  La familia incluye a la madre, al padre y a los hermanos, así como a los miembros de la familia amplia. No es raro que al final de una conversación un amigo le diga a otro: «Saluda a tus padres y a tu familia por mí». Los africanos ven al individuo como una extensión de sus padres.

¿Qué significa ser un formador vicenciano en África? Significa asumir el papel de padre o madre en la vida del joven que se está formando. Los vicencianos africanos entienden el proceso de formación a través de la dinámica de la vida familiar. Así como la familia es un lugar de solidaridad y crecimiento, también debería serlo la comunidad de formación. Así como los padres son una fuente de presencia, sabiduría y corrección, así debería ser el formador en la vida de un joven en formación vicentina.

Los norteamericanos tienden a pensar en la formación como un tiempo de entrenamiento. Hablamos de la formación para el ministerio como un intercambio entre un experto y un aprendiz. Pero en Kenia, la relación entre el formador y el que se está formando se entiende de forma familiar, centrada en la familia. Por mi experiencia, no es raro escuchar a un hombre en formación decirme: «Tú eres mi padre. Mientras yo esté aquí, tú ocupas el lugar de mi padre en el hogar». No tengo duda de que una formadora vicenciana oirá que se le llama madre.

Hay algo sorprendente en esto. En el contexto de África Oriental, el papel del formador es personal y directo. Exige un compromiso de tiempo, energía y atención, como el de un padre hacia un hijo. Requiere que los formadores cultiven la confianza y la apertura, se comprometan con la vida en comunidad y modelen las verdades y los valores de la familia (en este caso, la Familia Vicenciana).

¿Qué sugiere esto a los misioneros vicencianos, especialmente a los que se encargan de la formación de los jóvenes? Desde la perspectiva africana y vicenciana, la formación para la misión nos invita a comprometernos con los jóvenes, a caminar con ellos. La formación para la misión implica compartir las verdades y los valores de la familia, esa rica tradición que heredamos de san Vicente y santa Luisa. La formación para la misión requiere el trabajo diario de animar y plantear desafíos a los demás. La formación para la misión incluye el don del ejemplo personal: nuestro propio compromiso con aquellos valores tan queridos por san Vicente: la humildad, la sencillez, la sed de justicia, la apertura a la comunidad, la pasión por los pobres y un profundo amor por Dios. La formación para la misión nos invita a caminar con los demás con el corazón de una madre o un padre.

He aprendido que ser un formador vicentino es aprender a ser un padre para los jóvenes. El contexto keniano me ha enseñado esto. Los misioneros vicencianos que forman a los jóvenes en el espíritu de san Vicente son llamados a la gran vocación de ser madres y padres de nuestro carisma vicenciano.

P. Tom Esselman, C.M.
24 de junio de 2020
tesselmancm@gmail.com

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