El vicentino, verdadero misionero cristiano

por | Nov 11, 2019 | Formación, Reflexiones, Sociedad de San Vicente de Paúl | 0 comentarios

En las Sagradas Escrituras encontramos innumerables pasajes en los que Jesús nos dice que el carácter misionero es algo esencial y prácticamente indisociable a la práctica del creyente. Jesucristo es, por excelencia, el modelo de misionero. «Así como el Padre me envió, también yo os envío»[1], es el pasaje bíblico clásico que sedimenta la vocación misionera de la comunidad y de todos aquellos que se llaman «cristianos». Y nosotros, vicentinos, cuando estamos en misión, debemos seguir esa regla de vida: somos enviados a los pobres con la responsabilidad y el privilegio de representar a Jesús en la acogida de los humildes.

Jesús es el modelo de cómo los misioneros deben despojarse de sí mismos para anunciar el Reino. Dios confió a Cristo la misión de llevar a cabo la alianza definitiva del Padre con la humanidad. Lo vemos con claridad en la declaración de Jesús en la sinagoga: «El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres»[2]. Lo que Jesús hizo, en su tiempo, es justamente lo que hoy llamamos «evangelización y promoción humana», características fundamentales del trabajo de todo misionero y vicentino.

Otro importante ejemplo de misión fue el gesto de Jesús en el lavatorio, la noche antes de morir. Cristo lavó los pies de sus discípulos como signo concreto de la misión que Él vino a predicar y realizar, dando ejemplo a sus seguidores: «Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo»[3]. Este símbolo representa el servicio que todo misionero debe ofrecer, durante su acción, en el nombre del Señor. A nosotros, vicentinos, nos toca hacer igual: el servicio de la caridad es, por esencia, un servicio misionero, pues los «enviados» son identificados como imitadores del Salvador, y la manera de tratar con las personas debe ser semejante a la de Jesús, especialmente hacia los marginados y más necesitados.

Tampoco podemos olvidar que el estilo misionero de Jesús siempre se caracterizó por la vida en comunidad y por la acción de los discípulos en medio del pueblo. Tanto los milagros de Jesús como las orientaciones a los apóstoles tenían lugar con bastante público alrededor del Maestro, para que los ejemplos fueran ampliamente conocidos y el testimonio asimilado. Así también debe ser la práctica vicentina, cuando los consocios ejercen el ministerio social en las comunidades carenciadas, involucrando a los pobres y ayudándoles efectivamente a superar su situación de miseria, sufrimiento, abandono, soledad e indiferencia social.

Además de todo esto, la manera como Jesús conversaba con las personas, mediante ricas parábolas, era algo que llamaba la atención, pues el pueblo judío estaba acostumbrado a predicadores más conservadores, que leían el Antiguo Testamento sin contextualizar el mensaje divino. Sin embargo, Cristo prefería contar historias y dar ejemplos de la vida cotidiana para que todos pudieran, rápidamente, comprender y absorber la palabra amorosa de Dios. Como vicentinos, también debemos ser modestos en las palabras y objetivos en los consejos para, así, conquistar la amistad de los pobres.

Sin embargo, el mayor «pedido» de Jesús también fue de matiz misionera: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación»[4]. Este mandato de Cristo toca con fuerza los corazones de todos los vicentinos, pues nuestra actuación no puede reducirse a la mera entrega de productos alimenticios u otros bienes materiales. La forma de actuar de los vicentinos debe incorporar la dimensión evangelizadora a los pobres y la manera de ser de Cristo Jesús, pues así estaremos siguiendo fielmente al estilo misionero del Redentor.

El estilo misionero de Jesús debe ser el modelo de actuación de la Iglesia y, por tanto, de nuestra querida Sociedad de San Vicente de Paúl, sea en las visitas domiciliares, sea en las obras asistenciales que se hallan repartidas por todo el mundo. Todo gira en torno a Jesús, el verdadero modelo de misionero. La vida de Cristo, su ministerio en la Tierra, su muerte y pasión, resurrección y glorificación… todo apunta hacia la misión integral, como medio por el cual la Iglesia prolonga la misión de Jesús.

En síntesis: Jesús nos dejó el legado de cómo debemos actuar cuando estamos en misión. El misionero es el que anuncia el Evangelio y da testimonio de Cristo. Es aquel dispuesto a salir, ir a tierras extrañas e incluso inhóspitas. El misionero, aunque desconocido y silencioso, ofrece en el altar del anonimato su vida y la fuerza que tiene. Es también aquel cuya voz y acción entusiasman y unen, acogiendo a los abandonados y excluidos. El rostro del misionero refleja los rasgos de un Dios lleno de amor, misericordioso y compasivo. Él reza en presencia del Padre, pero también sale a las calles a luchar por una sociedad justa y solidaria.

Por lo tanto, si queremos ser considerados verdaderos cristianos, necesitamos adoptar el «estilo misionero» practicado por Jesús, que vino a anunciar el reino de Dios, a liberar a los cautivos, a curar a los enfermos y a salvar a los humildes con corazón contrito. Si queremos ser considerados verdaderos vicentinos, también necesitamos incorporar el «estilo misionero» de san Vicente de Paúl y de nuestros fundadores, sirviendo y evangelizando a los pobres del Señor.

Notas:

[1]     Jn 20, 21.

[2]     Lc 4, 18.

[3]     Jn 13, 15.

[4]     Mc 16, 15.

Renato Lima de Oliveira
16º Presidente General de la Sociedad de San Vicente de Paúl

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