Jesucristo es nuestro solo Maestro. Y son discípulos suyos de verdad quienes no dejan de aprender de él, siguiéndole por el camino de la cruz.
Mucha gente acompaña a Jesús en el camino. Pero a él le importa más la calidad que la cantidad. Él busca a discípulos que no solo le acompañen, sino que estén listos también para aprender de él.
Después de todo, aprender de un maestro es lo que quiere decir ser discípulo o discípula. Y aprender de Jesús es el aprendizaje que cuenta sobre todo. Pues, siendo el Mesías, él solo es nuestro Maestro (Mt 23. 10).
A diferencia además de no pocos maestros oficiales, Jesús hace lo que dice. Enseña, sí, de palabra y de obra. Por tanto, el aprender cristiano consiste no tanto en conocer unas leyes o doctrinas como en seguir «el Camino» (véase Hch 9, 2; 19. 9. 23; 22. 4; 24, 14. 22). Entonces, no abolir la ley y los profetas, sino darles plenitud, posiblemente se refiera también a ese caminar. Pues la Halajá o Jalajá, traducida generalmente como «la ley judía», significa primero «la forma de caminar».
Y advierte Jesús sin rodeos que caminar con él y aprender de él no es nada fácil. En primer lugar, les pide a sus discípulos una disponibilidad total. En segundo lugar, como a él lo persiguen los mundanos, pueden esperar la persecución también sus discípulos (véase Jn 15, 20). Los discípulos, en tercer lugar, a imitación de su Maestro, no deben tomar el dinero como su razón de ser y actuar.
Ante esas exigencias del Camino, los que buscamos aprender de Jesús debemos sentarnos a reflexionar.
Desde luego, no quiere Jesús que fracasemos. Por eso, nos desafía a pensar a ver si contamos con lo necesario para ser discípulos suyos.
Es decir, nos desea Jesús el éxito de que seamos como él, obedientes a Dios y, por tanto, comprometidos con los pobres. Indudablemente, es la voluntad de Dios que ellos vivan de manera más humana y digna. No debemos dejar, pues, que nos impidan hacer la voluntad divina nuestros intereses familiares o personales.
Ni hemos de dejarnos detener por el miedo a las persecuciones, al hambre o a la desnudez. Por eso, nos anima Jesús, precediéndonos en el camino de la entrega del cuerpo y del derramamiento de la sangre. En el camino de la renuncia a todos los bienes.
Es duro, sí, ese aprender. Pero lleva a la sabiduría, la libertad y la hermandad, la abolición de la esclavitud. Y, por último a la resurreccion y la exaltación. «No podemos asegurar mejor nuestra felicidad eterna que viviendo y muriendo en el servicio de los pobres, en los brazos de la Providencia y en una renuncia actual a nosotros mismos, para seguir a Jesucristo» (SV.ES III:359).
Señor Jesús, concédenos aprender de ti, soportando la cruz y siguiendo tus pasos.
8 Septiembre 2019
23º Domingo de T.O. (C)
Sab 9, 13-18b; Film 9-10. 12-17; Lc 14, 25-33
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