Orar, pedir, buscar y llamar como Jesús

por | Jul 25, 2019 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús encarna lo que es orar, pedir, buscar y llamar.  Los cristianos, por tanto, procuramos orar, pedir, buscar y llamar según su enseñanza.

Reconoce María Magdalena a Jesús y le llama:  «Maestro», porque él la llama primero:  «María».  Y porque Dios nos ama primero, amamos también nosotros.  Del mismo modo, oramos  porque Jesús ora primero.  Dios o Jesús es quien toma la iniciativa.

Pero, sí, Jesús es «hombre de grandísima oración» (SV.ES IX:380).  En el Evangelio de Lucas especialmente, Jesús «ora siempre …» (Robert P. Maloney, C.M.).  Orar le resulta tan habitual que un discípulo lo nota finalmente.  Y le pide:  «Señor, enséñanos a orar …».

Asiente en seguida Jesús; les enseña la oración propia de sus discípulos.  Y es limpia, sencilla y breve la oración.  No es como la del palabrero, como si las recargadas peticiones obligaran a Dios a responder.  Como si las muchas palabras produjeran de manera mágica lo pedido.

Y la oración le llama «Padre» a Dios.  Tal nombre connota cercanía, cariño y confianza, en lugar del desconocimiento, distanciamiento y miedo.  A continuación, se desea que Dios muestre la santidad de su nombre (véase Ez 36, 22-36).  Se desea además que reine un nuevo orden.  Es decir, que el mundo entero y todos los hombres hagan la voluntad de Dios, lo bueno, agradable, perfecto (véase Rom 12, 2).

Es sorprendente, pues, que no comience la Oración dominical con pedir favores para los que la rezan.

La oración que nos enseña Jesús se enfoca primero en Dios y busca sus intereses.  ¿Acaso no se nos indica una vez más que la iniciativa viene de Dios?  Sabemos ahora que somos hijos e hijas de Dios porque él se revela primero, por medio de Jesús, como nuestro Padre.  Y porque él es un padre y amigo muy bueno, —como nos lo enseñan las dos parábolas—, a él acudimos de buena gana.  Pedimos, sí, que no pasemos hambre.  Que él nos perdone a los que nos comprometemos a perdonar también a los demás.  Que él no nos deje caer en la definitiva tentación de considerarnos autosuficientes, sin necesidad de él.

Obviamente, nuestro orar es comunitario.  Pues los que invocamos a Dios como padre nos declaramos también hermanos y hermanas.  Por eso, no habrá pobres entre nosotros porque les abriremos la mano y lo poseeremos todo en común (Dt 15, 4-11; Hch 4, 32-35).

Y los dones y las bendiciones de Dios de cada día han de dejarnos convencidos de que él quiere lo mejor para nosotros.  Seguramente, pues, él nos dará el pan de la vida futura con Jesús.  Nos dará él también el Espíritu Santo.  A nosotros, si no nos cansamos de orar, pedir, buscar y llamar con confianza, como Jesús, recorriendo él pueblos y aldeas.

Señor Jesús, concédenos a los que nos decimos seguidores tuyos siempre orar, pedir, buscar y llamar sin desfallecer.

28 Julio 2019
17º Domingo de T.O. (C)
Gén 18, 20-32; Col 2, 12-14; Lc 11, 1-13

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