La formación humana del Vicentino

por | Jul 17, 2019 | Benito Martínez, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Situación actual

Sin valores humanos nunca podrá ser humana la vida del hombre. Adquirirlos es la primera labor de los Vicentinos para acompañar a los pobres, porque el árbol da buenos frutos, si es bueno, y malos, si es malo. Los tiempos modernos han cambiado los conceptos de los valores humanos. En la actualidad los valores más apreciados los catalogamos en la esfera de la personalidad y del bienestar, y el Vicentino quiere implantarlos en el mundo de los pobres.

En la esfera de la personalidad están de moda la libertad y la igualdad con un tinte de solidaridad. Sin libertad el hombre deja de ser hombre y sin igualdad, se siente vejado. Sin minusvalorar la carga genética, es la influencia socioambiental la que más influye en la formación de los valores de las personas. La carga genética predispone hacia una dirección, pero no determina su conducta. El ambiente social y familiar y los medios de comunicación penetran con mayor insistencia en las personas y convencen de que la violencia, el desenfreno sexual, la explotación del débil, es lo normal en la vida[1].

En la esfera del bienestar el valor primero se centra en la eficacia, y quien no es eficaz y no produce, no es útil, no vale. En esta dirección van encaminadas las organizaciones educativas que forman en los valores humanos para triunfar en sociedad, como son el esfuerzo y la constancia, pero, al poner como objetivo triunfar en la competitividad, también se soslayan otros valores que los Vicentinos consideran necesarios para su labor, como la confianza, la justicia, la generosidad y la solidaridad, que impiden que los pobres, los enfermos, los poco dotados queden condenados a la marginación.

Sujeto y objetivos de la formación humana

Es el Vicentino quien tiene que formarse, ya que, supuesta la acción de Dios, la persona es la primera responsable de su formación. Para formarse, el primer paso es conocerse uno mismo y aceptarse tal como es, con sus cualidades y limitaciones. Pero el Vicentino no está solo; además de Dios, las instituciones educativas, laborales, políticas, la familia carnal, las amistades y toda la Familia Vicentina están a su lado para ayudarle en una formación de personalización y poniéndole los cauces de la formación de asimilación a través de reuniones, conferencias, libros, etc.[2]

Para suprimir el peligro de convertir la formación en individualismo y acentuar exageradamente la responsabilidad individual en la sociedad, los sicólogos y sociólogos acentúan la interacción social. Ortega y Gasset ya dijo hace años yo soy yo y mis circunstancias entre las que se encuentran las personas que nos rodean, familiares, amigos y los demás vicentinos. Siempre hay que ser optimistas y descubrir los valores humanos que llevamos dentro, porque toda persona humana guarda dentro de sí más positivo que negativo, más posibilidades de formarse que peligros de deformarse. 

En su formación un vicenciano debe contemplarse desde sí mismo, desde el proyecto que tiene la Familia Vicentina en bien de los pobres y desde el proyecto que Dios tiene sobre la humanidad. Para ello, trata de desarrollar todas las dimensiones de la persona y de actualizar los conocimientos profesionales. Forma el juicio crítico, base de una conciencia recta, la voluntad y la acción profesional, encaminados a construir un mundo donde brille la justicia, el amor y la paz en bien de los pobres. Logra el autodominio de los sentidos sin destruir los gozos materiales que Dios quiere que goce y sea feliz con la condición de hacer felices también a los que le rodean.

La sensibilidad es necesaria para penetrar en la situación del pobre y comprenderla, descubriendo su mundo interior, sus aspiraciones, alegrías, inseguridades y temores. Para lograr una formación de los valores mentales, necesita aprender a dominar el amor propio, a dialogar y a aceptar a los demás, comprendiendo las situaciones y los motivos de sus actuaciones, y después, respetar sus criterios.

No es suficiente formar un juicio recto. Al imponerse colaborar en bien de los pobres, a un Vicentino le es importante formar la afectividad. Necesita comprender a los pobres, compadecerse de ellos, echarles una mano y asumir su situación como propia. Formar la afectividad es difícil, pero imprescindible, porque en la afectividad, en la voluntad es donde reside la verdadera naturaleza de cada persona.

Hay que formar la mente que descubre las injusticias y los derechos humanos de los que sufren, y hay que formar el corazón para asumir como propia su angustia, pero todo es nada, si no los ayudamos a salir de su situación y a vivir el bienestar. Formar al Vicentino, hombre o mujer, pide formar a la persona humana dentro de su trabajo, de la familia y de la sociedad encargada de hacer habitable la tierra para los pobres. Y, si este objetivo determina su actividad, orienta también la formación de su personalidad.

La formación humana tiene el peligro de que la mente domine el corazón y la técnica supere a la compasión. La organización se presenta como un fin que no puede aguardar, mientras que la persona humana queda a la espera, oculta en una nebulosa. Es más fácil dedicarse a organizar que a atender al pobre con el peligro de que la máquina destruya a la persona, cuando queremos educar a los pobres y les imponemos nuestros criterios, olvidando que también ellos tienen sentimientos que quieren realizar.

Madurez humana

Es difícil saber cuándo un Vicentino, hombre o mujer, ha llegado a la madurez en su formación humana. Una persona puede alcanzar la madurez en algunos aspectos mientras que en otros aún está aprendiendo a caminar; hay personas que la adquieren a una edad y otras, en años distintos. Se podría decir que una persona ha adquirido la madurez cuando sabe controlar los avatares de la vida, dando a los sucesos la importancia que tienen sin exagerarlos ni minimizarlos.

Llega a la madurez mental[3] cuando asume una conciencia moral de lo que hace bien y de lo que hace mal sin echar la culpa a otros ni disculparse a sí mismo, sin buscar falsas razones para tranquilizar la conciencia; cuando siente las heridas que ocasionan las injusticias y las juzga guiado por el amor, cuando crea un espíritu de tolerancia hacía él mismo y hacia los demás. Si tolera sus propios defectos y los de sus familiares, encontrará la serenidad suficiente para ver con claridad las cualidades de los compañeros y de los pobres y respetará sus valores y las diferentes mentalidades, capacitándole para relacionarse amigablemente con los necesitados.

Un Vicenciano, hombre o mujer, llega a la madurez afectiva cuando alcanza un amor responsable, cuando ama y se deja amar limpiamente con un amor humano y divino que no se corrompe por las simpatías y antipatías, cuando sabe poner vigilancia, prudencia y renuncia para no destruir ni el amor paternal ni el conyugal que puede ser atropellado por la infidelidad. Quien no recibe amor queda anquilosado y quien no lo da, se llena de egoísmo. Ni la cautela excesiva de otros tiempos ni la libertad exagerada de una parte de la sociedad actual. Un Vicentino formado es una persona del engranaje que hace funcionar esta sociedad. El resultado es una generosidad sin distinciones.

El Vicenciano forma su potencial activo para caminar equidistante de dos extremos peligrosos: el activismo materializado, llamado pluriempleo que le quita el tiempo de estar en familia o de divertirse, y el espiritualismo angelical de creer que todo nos viene del cielo o de los demás. La madurez del Vicentino, hombre o mujer, sabe unir libertad y obediencia, independencia y responsabilidad. Cuando ha llegado a la madurez sabe salir del yo, asumir los intereses de los pobres y confiar en ellos. Si los hombres en su formación no pueden olvidarse de los pobres para introducirlos en la sociedad, mucho menos los vicentinos que expresamente se han comprometido a ayudarlos con tolerancia, mansedumbre y cordialidad para captar la situación interior y exterior del pobre, siguiendo el ejemplo de Jesús. Por ello, se le exige ante todo sinceridad. Los pobres de este planeta no se fían ya de nadie y piensan que en el Vicentino también hay engaño y doblez, y tiene que ganar su confianza demostrando que es sincero. La formación humana tiene mucho de aprendizaje y, para que sea eficaz, hay que darle unidad a través de un eje que marque la dirección de su formación. En el mundo moderno el eje que dé dirección y eficacia a la formación humana es la entrega sincera y solidaria.

Valores humanos

Para mejor comprender los valores que buscan los vicentinos, conviene empezar por descubrir los antivalores que está padeciendo la sociedad actual.

  • ANTIVALORES: Acaparar, Agresividad, Pasotismo, Hedonismo, Individualismo, Corrupción, Discordia, Infidelidad. Son antivalores, porque la razón dice que deshumanizan a la persona y a la sociedad.
  • VALORES que se oponen a estos antivalores son Compartir-solidaridad, No violencia, Audacia, Aguante, Cooperación, Concordia, Sinceridad, Autenticidad. Son valores, porque la razón dice que humanizan a las personas y a la sociedad. En todos estos valores se refleja el amor como resumen de todos los valores. 

P. Benito Martínez, C.M.

Notas:

[1] No me refiero a la ideología de género que afirma que las diferencias entre el varón y la mujer, fuera de las diferencias anatómicas, no se deben a que la naturaleza haga a unos masculinos y a otros, femeninos, sino a la educación que da la sociedad para comportarse de una manera masculina o femenina; y, por ello, hay que dejar a la libertad de cada hombre o mujer, el tipo de «género» al que quiere pertenecer y ejercer su sexualidad, el masculino o el femenino. Tampoco me refiero al llamado transgénico.

[2] Javier GARRIDO, Qué es Personalización. Para educar y evangelizar hoy, Frontera-Hegian, Gasteiz/ Vitoria 19922. ID. Comunidad y Personalización, Frontera-Hegian, Gasteiz/Vitoria 19942; Sabino AYESTARAN, Crecimiento personal en la comunidad. Esquemas para un diálogo comunitario, Frontera-Hegian, Gasteiz/Vitoria 1995.

[3] Modernamente se está dando mucho auge a la formación de la llamada “inteligencia emocional” (Daniel GOLEMAN, Inteligencia emocional, Kairós, Barcelona, 1996.

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