“El Padre los ama porque ustedes me han amado”

Hech 18, 23-28; Sal 46; Jn 16, 23-28.

La alegría tras la pena. Los discípulos siguen sin entender plenamente el mensaje de Jesús. Se sienten intrigados. Jesús les anuncia que están llamados a dar a luz un mundo nuevo, basado en el amor y guiado por el Espíritu. El dar a luz produce un sufrimiento pasajero que acaba en una alegría inmensa. Este momento de alegría y gozo está cercano, casi a la mano. El amor es incompleto si no es recíproco: hasta que el hombre no lo acepta, permanece en suspenso.

Los discípulos lo aceptan en el momento en que aman a Jesús, y de esta manera se torna operativo el amor del Padre.

La oración es esta relación de amor. En el fondo, la historia de cada uno de nosotros se identifica con la historia de su oración, incluyendo aquellos momentos que no parecen tales: el deseo es ya una oración, como también la búsqueda, la angustia. El amor de Jesús y del Padre que se les va a revelar cambiará la perspectiva de los discípulos. Van a tener fe, valor y paz para enfrentarse a todas las dificultades que se presenten, porque sabrán que Jesús está con ellos, como el Padre ha estado siempre con Jesús.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Mayor Vicentino de Tlalpan, Cd. de México

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