Hch 9, 1-20; Sal 116; Jn 6, 52-59.

“Se puso a anunciar en las sinagogas”

Un verdugo se encarga de ejecutar a los condenados a muerte. Saulo —luego llamado Pablo— se consideró siempre como el verdugo de los cristianos, estaba plenamente convencido de que debían ser encarcelados o morir, porque la doctrina que enseñaban conducía a la condenación. Imagino la sorpresa cuando la primera comunidad cristiana lo encontró ciego e indefenso; pareciera que Dios le entregaba a su verdugo en bandeja de plata, para vengarse. Pero los cristianos lo reciben llamándolo “hermano”. Imagina la enorme sorpresa de Pablo. Sus perseguidos ahora lo acogen como a uno de ellos.

Alimentarse de la carne de Cristo significa gozar de su simpatía y de su solidaridad, gestos que las primeras comunidades supieron transmitir con particular eficacia. Y fue eso lo que le bastó a Pablo para proclamar por toda la tierra que Jesús había resucitado. Ojalá que también hoy los cristianos nos alimentemos de la vida de Cristo, entregada por todos, al grado de que, quien nos conozca, se sienta tan atraído e impresionado, que no tenga más remedio que predicar también a Jesús.

Un abrazo amoroso a todas las mamás.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Mayor Vicentino de Tlalpan, Cd. de México

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