Del logro a la implementación

por | Abr 26, 2019 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Algunas historias se podría considerar que tienen un cierto estilo de «eco», porque repercuten en la historia interna que una persona cuenta sobre sí misma. Las historias de los evangelios son capaces de desencadenar este tipo de eco, acordes sorprendentes que las personas reconocen en su propia experiencia: «Oh, sí, he estado allí».

Un acontecimiento en el capítulo 20 de Juan resuena en muchos creyentes, como si fuese una nota musical. Y es el impulso a seguir adelante pero sin poder hacerlo, la sensación de un empuje interno para dar un paso más y, sin embargo, sentirse impotente.

Este es el apuro de los discípulos tras la resurrección, encerrados tras las puertas por temor a lo que pudieran hacer las autoridades. Otros creyentes habían llegado dando testimonio de que Jesús estaba vivo, no solo regresando, sino radiantes con un nuevo tipo de vida. Reconocen también que sus enseñanzas y acciones han salido de la tumba con él y son, de hecho, verdad y vida. Al escuchar esto, los discípulos en la sala todavía no son capaces de abrir las cerraduras y salir, no pueden dar el siguiente paso.

Ese era su problema cuando, de repente, Jesús atraviesa las puertas con barrotes. Les desea paz, les muestra sus heridas y luego hace lo crucial: respira sobre ellos. Este aliento es su propio Espíritu (que es el de Dios), el aliento que soplaba sobre las aguas de la creación, que secó el Mar Rojo, que devolvió la vitalidad a los huesos secos en el suelo del desierto. Esta es la vida nueva y desbordante que brotó de su costado y que ahora está inundando esta habitación. Les permite a los discípulos pasar de lo que saben que deben hacer a lo que ahora pueden hacer: ser enviados a proclamar que su Señor está vivo y que su Camino es vida eterna.

Se podría decir que esta es una historia sobre el fortalecimiento de las personas para atravesar la brecha entre el logro y su implementación. Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado: ese es el logro. Pero viviendo como si Cristo estuviera vivo y activo en nuestro mundo: esta es la implementación, la habilitación de lo que ya ha sucedido.

Esta es una historia que hace eco dentro de la nuestra. Es la línea de la trama inicial de reconocer el impulso para dar un paso más hacia el Camino de Jesús, pero dudando en aventurarse más allá de esas puertas cerradas. Pero hay un segundo hilo en la historia, en el que una persona sintió el aliento del Espíritu de Jesús soplando a través de un corazón vacilante y luego avanzó. Es el recuerdo de haber cruzado la brecha entre lo que sabía que debía hacer y luego hacerlo.

Si puedes recordar el movimiento de ese tipo de movimiento en ti mismo, estás de vuelta en esa habitación llena de miedo el primer día de la semana, pero ya no te aprisiona tu miedo. Salió porque dejó que el Señor respirara su Espíritu sobre tí, para así llevarte a través de ese amplio abismo entre la realización y el seguimiento, entre el logro ya logrado y la implementación que debe hacerse.

Si hay un santo patrono de la implementación, es nuestro san Vicente de Paúl. Siempre con sospechas de las ideas puras sin ataduras a efectos concretos, mira el mundo de la acción para validar las ideas y seguir sus posibilidades. Él no solo experimenta el soplo del Espíritu sino que también se mueve con esa inspiración para poner carne en el «logro» de la Vida Resucitada. Su historia hace eco de lo que sucedió en aquella sala, la historia de personas que han escuchado y luego han recibido el poder de llevar la Buena Nueva al mundo. Esta podría ser, también, nuestra historia.

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