Desde un punto de vista vicenciano: El amor de un Padre

por | Abr 6, 2019 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 0 comentarios

“Un hombre tenía dos hijos”. Cuando oigo esas cinco palabras, inmediatamente me dispongo a escuchar nuevamente el relato del Hijo Pródigo. Sucedió de nuevo el pasado domingo. Muchos consideran que esta es la parábola más conocida de la Biblia, y casi no se puede argumentar ese punto. Cualquier escucha atenta nos presenta personajes, personalidades y relaciones que nos desafían, incluso mientras invitan a que nos autoexaminemos.

Cuando proclamo esta historia del Evangelio, quiero hacerlo de una manera que destaque el cuidado con el que se desarrolla la historia. Son tres partes, claramente definidas y de igual tamaño, que se enfocan de manera particular en cada uno de los personajes: el hijo menor, el padre y el hijo mayor. Dentro de estas secciones, surgen aspectos del carácter de cada uno de estos individuos. No leemos las Escrituras como una interpretación dramática de un texto, pero los elementos del diálogo y el movimiento realmente piden un énfasis y una comprensión distintivos. Notemos, por ejemplo, la forma en que se usan las palabras «padre», «hijo» y «hermano».

Un análisis de cada una de las personas en la historia enriquecería nuestro estudio, pero permitidme señalar la manera en que el padre responde al regreso de su hijo menor. Me llega al fondo del corazón.

Estando él [el hijo menor] todavía lejos,
le vió su padre y, conmovido,
corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente
.

La acción es rápida y decisiva:

  • El padre ve a su hijo mientras está «todavía lejos». No solo ha estado esperando a que su hijo regrese a casa y llame a la puerta; él ha estado observando su regreso. Uno puede imaginarlo explorando con frecuencia el camino, hasta donde podía le alcanzaba la vista, con la esperanza de ver a su hijo regresar.
  • El padre está «conmovido»: no hay ira, ni satisfacción, ni indiferencia, sino compasión. El Padre siente el dolor y la necesidad en su hijo. Podemos recordar con qué frecuencia los textos del Evangelio nos dicen que Jesús está «lleno de compasión» cuando provee para los hambrientos o cura a los ciegos, leprosos y poseídos.
  • El padre “corrió” hacia su hijo. Sale hacia su hijo para reducir el tiempo de su separación. Él trae la energía y el impulso a su regreso.
  • El padre «lo abraza y lo besa». Este padre sincero ama a su descendencia y no tiene miedo de mostrarlo incluso —y especialmente— a su regreso.

Las lecciones de misericordia, perdón y amor definen cada acción del padre.

La parábola del «hijo pródigo» tiene mucho que enseñar. Quizás lo más importante es el mensaje de que Dios nos ama a cada uno de nosotros sin calificación ni condición. Saber esta verdad hace que el viaje de Cuaresma a casa sea más fácil y más directo.

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