Encuentro con Marta y María

por | Mar 29, 2019 | Benito Martínez, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

La escena en Betania y las circunstancias

La vida espiritual de una Hija de la Caridad, acorde con la vocación vicenciana, se desarrolla en el servicio y en comunidad. Las Constituciones indican que la vida fraterna en común es un elemento integrante de su vocación orientada a la misión específica de servicio a los pobres (C 32a). Pero también para que las Hermanas vivan felices, como exclamaba san Vicente: “¡Qué ventaja estar en una comunidad, puesto que cada miembro participa del bien que hace todo el cuerpo!” (IX, 21). Y sin unión y armonía no hay felicidad. Se ha hecho famoso el Testamento espiritual de santa Luisa: “Tengan gran cuidado del servicio de los pobres y sobre todo de vivir juntas en una gran unión y cordialidad, amándose unas a otras, para imitar la unión y la vida de Nuestro Señor”. Porque la unión es tan esencial para la supervivencia de la comunidad que los fundadores le pusieron como modelo la unión trinitaria. Santa Luisa decía que para asemejarse a la Santísima Trinidad no deberían ser más que un corazón y no actuar sino con un mismo espíritu como las tres divinas Personas (E 55).

El encuentro de Jesús con Marta y María (Lc 10, 38-42) expresa algunas condiciones necesarias para la unión entre las Hermanas que se quieren como amigas. En comunidad las Hijas de la Caridad se distribuyen las tareas que tienen que desempeñar según sus cualidades y según las exigencias de cada situación, y necesitan gracias especiales del Espíritu Santo, llamadas carismas, como se lo aclara Jesús a Marta y María. Marta prefiere el servicio material, tan necesario e importante en la vida. María, por su parte, prefiere la acogida, el diálogo y la escucha a Jesús. San Pablo hablará de la necesidad de los carismas en las comunidades. También hoy se necesitan, pero el Espíritu Santo puede manifestarse de infinitas maneras sin poner límites a su bondad. A esas cualidades, dotes y capacidad que tiene cada Hermana, Dios las fortalece con gracias divinas para edificar la comunidad vicenciana. Y si las fortalece con gracias divinas para edificar la comunidad, se le puede aplicar la doctrina de los carismas. Si cada Hermana considerase que Dios otorga esas gracias para vivir unidas, serían felices.  

Hay muchos miembros, pero un solo cuerpo

La frase que emplea san Lucas, dile que me ayude, indica algunos afanes de la vida comunitaria. Marta quiere que su Hermana sea como ella, que haga lo que a ella le gusta, sin respetar sus aficiones. Jesús no condena su trabajo, pero al decirle Marta, tú te preocupas y agitas por muchas cosas, le indica que la organización material, el cumplimiento no sirve, si no se fundamenta en la escucha de su Palabra, la oración, y eso es la sola cosa necesaria.

San Pablo decía que para que camine una comunidad debe asemejarse al cuerpo de Cristo. Y si la comunidad es el cuerpo de Cristo, cada Hermana es un miembro con muchos dones que el Espíritu Santo distribuye y el destino de todos ellos es edificar la comunidad como Reino de Dios. El cuerpo es uno, pero en él hay una rica pluralidad y diversidad de miembros, “así también Cristo”, la comunidad. No vale decir que el Señor está en medio de la comunidad, hay que decir que la comunidad es el cuerpo de Cristo.

Sin contraponer las dos ocupaciones, Jesús le dice a Marta que él en aquel momento tiene dos brazos, el de ella y el de María, para cumplir las dos obligaciones de la comunidad, el servicio material y el espiritual. Muchos han querido ver en las funciones de Marta y María que unas personas se dedican al servicio y otras a la oración. Es la vida activa y la contemplativa. Pero las Hijas de la Caridad tienen que servir a Jesús en los pobres corporal y espiritualmente, escribe santa Luisa (c. 119). Y si las dos ocupaciones que asumen las dos hermanas son esenciales en una comunidad vicenciana, ya no tienen importancia las diferencias ni las dotes personales ni el oficio que desempeña una Hermana ni siquiera el hacerlo bien o mal; la única cosa necesaria es el interés que pone en agradar a Jesús.

En comunidad se necesita pluralidad de Hermanas con capacidades y caracteres distintos, porque son muchos y diferentes los servicios comunitarios que tienen que desempeñar, y no basta que las diferencias de los miembros del cuerpo comunitario desapa­rezcan, si la Hermana Sirviente y los demás miembros no procuran que todas las Hermanas desempeñen algún oficio. Una sociedad no funciona si no tiene cubiertos todos los puestos y empleos, desde el presidente de la sociedad hasta el funcionario, el campesino y el obrero industrial. Lo mismo en la comunidad vicenciana cada Hermana pone sus cualidades materiales y espirituales al servicio de toda la comunidad, pues cada una es una persona con su propia función y su propia ubicación.

Unidad, no uniformidad

Cuando Jesús le dice a Marta que sólo una cosa es necesaria, le indica que Dios coloca a cada persona en un sitio concreto y con una función determinada, le indica la unidad y la singularidad de la situación de cada uno en la comunidad, rechazando la uniformidad. Esta insistencia en la singularidad exalta el valor de cada miembro. Ninguna Hermana ha sido colocada al azar en un sitio o en otro, con una función u otra; cada disposición es fruto de una atención personal de Dios que tiene en cuenta el carácter y las cualidades de cada Hermana, afirmando la primacía de la persona. Pero la singularidad de cada uno tiene su límite y el lugar que ocupa un miembro es parti­cular, no totalizador; la función que se le ha dado es una entre muchas, no la única, pues cada miembro, cada Hermana está dotada para desempeñar un oficio determinado.

Si Marta pide que su hermana María la ayude, lo hace porque sabe que las dos pertenecen a la misma familia. Para que todas las Hermanas trabajen en bien de una comunidad se necesita que todas tengan el sentimiento de pertenencia a esa comunidad, que se expresa en la convergencia de las funciones y oficios dirigidos por la Hermana Sirviente. Los oficios no son de cada Hermana, sino de toda la comunidad y todas actúan en equipo, si todas tienen la conciencia de necesitarse. No se trata de que cada Hermana necesite de las demás; lo que la escena señala es que los dones, las cualidades individuales de cada Hermana necesitan de las capacidades de las demás, que la función y el oficio de una Hermana se complementan con la función y el oficio de las demás.

Jesús da por superada la distinción entre unos servicios y otros, entre unos oficios y otros como si unos fueran superiores, al afirmar que todos los oficios y servicios se unifican en que una cosa es necesaria. La diferente valoración que se hace de las distintas funciones basándose en su supuesta importancia constituye una amenaza grave que hiere de muerte la unidad de la comunidad.

Son muchas las amenazas contra la unidad de la comunidad. La primera es confundir, como lo hacía Marta, la unidad con la uniformidad y no tolera que su hermana haga otra labor. La segunda es la división. La unidad de la comunidad se expresa en el compartir, lo que afecta a otro también me afecta a mí, sufrir juntos, gozar juntos. Jesús rechaza que una Hermana pueda excluirse a sí misma del conjunto, porque considere que se basta a sí misma y no necesite de las demás o crea que unas funciones son superiores a otras o que unas son necesarias y otras no. Jesús siempre se inclinó a las personas débiles y, en sus parábolas, a las funciones más ordinarias.

Cada Hermana de comunidad es una persona con sus cualidades, su carácter y su oficio, pero ella no es la única ni su carisma es el único, sino que tiene que dejar espacio para las demás; su papel en comunidad tiene sentido en el conjunto de los oficios para que la comunidad camine hacia la misión que Dios le ha encomendado. Unas Hermanas ponen como primer objetivo adquirir la madurez personal para alcanzar la madurez comunitaria, mientras que otras ponen en primer término la construcción de la comunidad y alcanzar con ella la madurez personal.

Toda la escena nos presenta unas preguntas para las reuniones y revisiones: Cuando hablas ¿hablas para bien de la comunidad y de las Hermanas en particular? ¿Hablas guiada por el Espíritu de Jesús o porque te escuchan las compañeras? ¿Te edificas a ti misma o intentas hacer comunidad?

Benito Martínez, CM

 

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