El p. Stephen Monaghan, CM es Asesor espiritual de MISEVI; actualmente vive y trabaja en Ambo (Etiopía). Parte de su labor consiste en acoger a los estudiantes irlandeses que participan en un programa de inmersión en Ambo. Su reflexión surge de la oportunidad que tienen los jóvenes de reunirse con las personas en el pueblo de la lepra. Para la mayoría de los jóvenes, es uno de esos momentos que transforman la vida.

Durante el programa de inmersión escolar, que se lleva a cabo desde hace 10 años aquí en Ambo (Etiopía), los jóvenes de dos escuelas vicencianas de Irlanda tienen la oportunidad de compartir la Misión Vicenciana y experimentar la vida en un país en desarrollo. Parte del programa consiste en una visita a la aldea de la Lepra. Este pueblo fue establecido por la Congregación de la Misión hace más de 40 años, para dar respuesta a la situación desesperada de las familias que sufrían a causa de la lepra. Habían sido empujadas al borde de la ciudad y vivían en el cementerio local. Los misioneros paúles aseguraron algunas tierras del gobierno local para construir algunas casas básicas para las familias. Estas casas les dieron a las personas cierta estabilidad, lo que les permitió recibir el tratamiento necesario para curar la enfermedad (aunque no reviertan los efectos), eliminar la propagación de la enfermedad a otros miembros de la familia, etc.

En años, gracias a esta pequeña iniciativa, no hubo ningún nuevo caso de lepra en la ciudad. Sin embargo, muchas personas todavía tenían que vivir con la desfiguración que causa la lepra y estaban muy estigmatizadas y marginadas. La creación de la Asociación de la Lepra y sus campañas de educación y sensibilización han ayudado enormemente a reducir este estigma. Los misioneros paúles también han desempeñado un papel importante al integrar a los niños de la Ciudad de la Lepra en su Escuela Infantil (el primer kinder en la ciudad). Algunos niños habían sido excluidos de la escuela debido al hecho de que sus padres o abuelos tenían lepra.

Hace dos años, la Congregación de la Misión garantizó los fondos necesarios para construir un centro comunitario para la Asociación de Leprosos, que les ha dado un espacio donde pueden reunirse y discutir asuntos de salud, así como abogar por los servicios a los departamentos relevantes en el gobierno local. También es un lugar en el que acogen a los escolares de Irlanda. Cuando los jóvenes llegan a Ambo, son muy conscientes de nuestro trabajo con el Proyecto de la Lepra y, por lo tanto, entienden que la asociación los invitará a visitarlo. Sin embargo, no es hasta que entran en la aldea cuando la realidad de dónde están les golpea. Hay una ansiedad comprensible entre los chicos sobre este encuentro. Admiten que tienen una noción muy plana y, a menudo, llena de prejuicios sobre las personas que viven con lepra.

Cuando los miembros de la asociación vienen a darles la bienvenida al centro, los chicos tienden a separarse, se sienten incómodos y no saben cómo reaccionar cuando una mujer con lepra se acerca a saludar. En un caso, formaron un pequeño grupo para tratar de hacer frente a la situación.

Sin embargo, un par de horas más tarde, después de haberse sentado en el Centro de Lepra, después de haber escuchado a uno de los miembros dar una charla explicando la lepra, su causa, su tratamiento, la vida cotidiana de las personas que viven con lepra; después de haberles dado el tiempo para hacer algunas preguntas, después de sentirse más cómodos viendo de primera mano la desfiguración que causa la lepra en algunas personas, después de que hayan tenido tiempo de comenzar a ver y conocer a la persona que está trás de la desfiguración, la calidez de su sonrisa, después de haber escuchado a las personas con lepra expresar su gratitud por la visita de los jóveness, tomar café con ellos, recibir la bendición de los ancianos (que siempre es un momento poderoso)… es una experiencia muy emotiva el observar a los jóvenes, al salir del centro, abrazar a las personas con lepra. Algo que, solo dos horas antes, hubiera sido impensable para la mayoría de ellos.

Más tarde, cuando reflexionen sobre la experiencia vivida en el día, invariablemente hablarán sobre cómo se sintieron cuando llegaron al centro y cómo la experiencia ha transformado su comprensión, conocimiento y actitud hacia las personas con lepra. El poder sentarse, escuchar, hacer preguntas, ver a la persona y no su desfiguración… son hechos que han abierto sus mentes a comprender cómo las personas pueden ser estigmatizadas y marginadas con gran facilidad. Pero también cómo un encuentro de este tipo ayuda a derribar barreras y a revelar la humanidad y la dignidad de cada persona.

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