Mal 3, 1-4; Sal 23; Lc 22-40.
“El padre y la madre del niño estaban admirados”.
En toda la Iglesia celebramos hoy la fiesta de la “Presentación del Señor”. Es la fiesta en que recordamos cómo María y José, que eran fieles cumplidores de la Ley, llevan al niño al Templo para presentarlo al Señor y para ofrecer un sacrificio de “un par de tórtolas o dos pichones”.
Esto me recuerda a tantos padres de familia que llevan a la Basílica de Guadalupe o a cualquier templo, a presentar a la Virgen a su hijo recién nacido (o a los tres años), para que lo cuide, lo cure de alguna enfermedad, para que le pida a Jesús que lo bendiga. Es la fe de los sencillos, de los que tienen su esperanza puesta en Dios.
En el templo de Jerusalén aparecen un hombre y una mujer de edad avanzada, ambos esperaban al Salvador. María y José también esperaban al Salvador, ellos representan el Antiguo y el Nuevo Testamento. El Mesías ya está presente, es un niño al que Simeón y Ana reconocen, no pueden contener su alegría, dan gracias a Dios y hablan del niño. María y José los escuchan con atención.
¿Nosotros escuchamos lo que los ancianos dicen acerca de su encuentro con este niño?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Gladys López Pérez, hc
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