Vino que nos alegra a los hombres el corazón

por | Ene 17, 2019 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el vino nuevo que es superior al anterior.  Quienes lo beben dignamente descubren la nueva vida y la verdadera alegría de vivir.

Jesus convierte el agua en vino en una boda en Caná de Galilea.  Así, hace él la primera de sus siete señales.

«Señales» o «signos», sí, y no «milagros», los llama el Evangelio de Juan a los hechos prodigiosos de Jesús.  Es que sirven no solo para que nos maravillemos, sino, sobre todo, para señalar quién es Jesús.  Nos enseñan su identidad auténtica.  En otras palabras, el significado profundo que contienen, una vez descubierto, lleva a la fe y el entendimiento.

La conversión del agua en vino significa o señala que Jesús da plenitud a la ley y los profetas.  El agua en las tinajas de piedra para la purificación de los judíos es símbolo del antiguo orden.  El vino, en el que se ha convertido el agua, se refiere al nuevo orden que Jesús introduce.

Y en el nuevo orden, el amor es la plenitud y el resumen de la ley.  No es de extrañar, pues, que la señal se haga en una boda, la que es una celebración alegre de amor.  Conviene también que la señal tenga que ver con el vino, que el vino simboliza la alegría y el amor.

Pero el amor al que apunta la señal no es un amor cualquiera.  Más bien, es, en primer lugar, el amor que nos tiene Dios.  Tanto nos ama él que entrega a su Unigénito para que todo el que cree en él tenga vida eterna.  En segundo lugar, es el amor hecho carne en Jesús, el cual nos enseña:

Este es mi mandamiento:  que os améis unos a otros como yo os he amado.  Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Queda claro, entonces, que este amor llega a la cumbre de grandeza en el Calvario.  Su hora de gloria coincide con la crucifixión, y así el verdadero significado de la alegría está en la cruz.

Señor Jesús, concédenos la atención y la preoupación semejantes a las de tu madre.  Y ojalá, mientras te decimos de diferentes formas:  «No les queda vino», y compartimos nuestros carismas, seamos señales tuyas.  Señales de tu amor hasta el extremo, de tu entrega del cuerpo y tu derrramamiento de la sangre.  Ayúdanos a entender que el mejor lugar donde podemos estar es allí al pie de la cruz (SV.ES I:206).  Estar allí como tu Iglesia, tu esposa con quien encuentras la alegría, a quien amas y por quien te entregas.  Allí con tu madre también.

20 Enero 2019
2º Domingo de T.O. (C)
Is 62, 1-5; 1 Cor 12, 4-11; Jn 2, 1-11

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