Guste o no, Dios existe y actúa en el mundo

por | Ene 4, 2019 | Benito Martínez, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

En 2019 parece que aumentará la increencia en Europa. La sociedad occidental está viviendo una crisis religiosa. El cristianismo ya no es su referencia y van cayendo los apoyos que tenían hasta ahora los cristianos. De aquí en adelante quien lo sea lo será por convicción. Más grave que la crisis de la Iglesia o de la Compañía es la “crisis de Dios”. Dios no sólo desaparece de las instituciones y de la sociedad, sino también de las conciencias. A mucha gente Dios no le dice nada y, sin embargo las Hijas de la Caridad intentan dárselo a los pobres.

 

Deformaciones de Dios

Ante la increencia las Hijas de la Caridad unas veces reaccionan a la defensiva, acomplejadas ante el acoso hostil del mundo, ante el número cada vez más pequeño de creyentes y ante las insinuaciones de que Dios y la fe son para las personas inmaduras sin formación. Es tentador cobijarse en la intimidad personal o quedarse en comunidad practicando el culto y olvidando que su claustro es la calle o buscar refugio en grupos vicencianos donde les es fácil encontrar a Dios y sentirse a gusto. Aparecen más como víctimas que como testigos, olvidando las palabras de Jesucristo “sois la sal de la tierra y la luz del mundo” (Mt 5, 13s).

Mucha gente se pregunta ¿por qué Dios no se manifiesta abiertamente?, ¿por qué no da pruebas incuestionables de su existencia para que todos lo admitan? Pero es que Dios sí se manifiesta a todos los hombres con toda la claridad posible según son el mundo y los hombres. Es la inteligencia humana la que es incapaz de captar esa manifestación porque es limitada y Dios es infinito; es la libertad humana encerrada en intereses personales la que la capta de una manera deficiente.

Las Hijas de la Caridad nacen de la acción y viven para la acción; el activismo es su padre y su hijo. Sin embargo un activismo exagerado las lleva con frecuencia a olvidar las preguntas fundamentales de su entrega: ¿por qué y para qué es Hija de la Caridad? La paz y la alegría que manan de su entrega palidecen, si olvidan que Dios está presente y operante en su interior, dentro de su trabajo y en medio de la sociedad. Pero ¿qué Dios? Porque, si la increencia asume ídolos que suplantan al verdadero Dios, el servicio de las Hermanas y su vida de comunidad se empapan de imágenes de un Dios que está siempre a su lado en la tierra.

Una Hermana se empapa de la imagen de un Dios que necesita en su intimidad personal para que le quite la soledad, como refugio a dónde acudir, consuelo en las penas, y remedio a los males, identificando a Dios con un Padre que crea el mundo por medio de su Hijo con la fuerza del Espíritu Santo, un Hijo que da la salvación y enseña el camino para llegar al Padre y un Espíritu Santo que aplica la salvación a los hombres.

Las Hermanas viven la imagen de un Dios que defiende la moral y la religión y es la garantía de la justicia y de la paz. Pero hay que velar para que Dios no se convierta en instrumento político, económico o de poder, como lo fue el Dios de las cruzadas, de las guerras de religión, del rearme religioso, y puede llegar a ser el Dios de ciertos partidos políticos. Dios es un Padre que ama a todos por igual.

Las Hijas de la Caridad asumen la imagen de un Dios popular que llena la religiosidad del pueblo de riqueza, de simbolismo, de afectividad y une a los hombres en un ambiente festivo. No es un Dios al que hay que pagar deudas y cobrar favores ni un Dios con quien se puede negociar. La religión popular corre el peligro de mezclarse con la superstición y la magia.

También pueden apropiarse de la imagen de un Dios cultural que aparece en el mundo con la doble personalidad del Dios todopoderoso, dueño y señor de todo, que impone leyes rígidas y juzgará las mínimas acciones, un Dios que engendra miedo. Y también aparece con la personalidad de un Dios permisivo en una sociedad donde el padre también es permisivo y no impone normas. Muchos se alejaron de la religión por no admitir al Dios dominador y hemos intentado retenerlos con el Dios que permite casi todo. No incomoda, pero tampoco inquieta ni impacta.

Más fácil para una Hermana es aceptar la Imagen de un Dios confinado en el culto y en los actos de piedad, con peligro de separarle de la vida social. La vida de Dios es una cosa y la vida profesional es otra. Sin embargo, Dios Padre lo es en todo momento, Cristo se queda en la eucaristía durante toda la existencia y el Espíritu continuamente mora en los hombres.

Las Hermanas mayores y enfermas tienen la Imagen de un Dios dueño y administrador del mundo que debe limpiar la tierra de males y desgracias. El hombre y la mujer son los funcionarios que le indican lo que tiene que socorrer, cuándo y cómo tiene que hacerlo. El mundo, las leyes físicas y la libertad del hombre las debe suspender siempre que le parezca bien al hombre. Este mundo debe ser un cielo y un paraíso sin penas ni dolores. El mundo no es algo transitorio, es el destino definitivo de por vida. Dios Trino no es un Padre antojadizo, ni Cristo se queda en la Eucaristía por un capricho de la naturaleza ni el Espíritu guía a ciegas.

Pero el verdadero Dios en la tierra es Emanuel, Dios con nosotros. Jesús anuncia un Dios trino que no es ajeno al mundo, que cada Persona divina interviene en la historia. Nadie se puede encontrar a Dios sin preocuparse por buscar un mundo mejor y más humano. El Dios que anuncia Jesús trae un Reino de felicidad para los hombres en este mundo y en el otro. Dios no crea el mundo y lo abandona a su suerte ni es un espectador insensible a los males. Si Jesús anuncia que el Reinado de Dios está entre nosotros, es que Dios ha irrumpido en el mundo y está cerca de los hombres. Su fuerza, el Espíritu divino, está trabajando ya con el hombre por hacer de este mundo el Reino que anunció Jesús y dé la felicidad en la tierra y en la gloria eterna. Tan disparate es querer encontrar a Dios sin luchar por un mundo mejor, como querer construir un mundo más humano despreocupados de Dios.

Los judíos esperaban un Mesías glorioso, pero Jesús se presenta humilde, como un hombre cualquiera. El Dios de Jesús no impone, ofrece la gracia de una manera gratuita a los hombres, los invita a entrar y propagar un Reino de amor y acoge en él a todos los que quieren entrar. Pero lo más sorprendente es que Jesús declara que Dios está dentro del hombre y en la calle, donde se lucha a favor de los pobres.

Son muchos los que se quejan de no sentir su presencia ni que intervenga en la marcha de la historia. Otros ven a Dios interviniendo constantemente en la vida. La Trinidad no se olvida de las criaturas ni las abandona. Las tres Personas están dentro del hombre, dan sentido a su vida y respuestas a las grandes preguntas de ¿para qué está aquí?, ¿qué sentido tiene la vida?, ¿es la muerte el final definitivo? ¿Puede caminar largo tiempo un hombre, si no sabe a dónde va?  “Es impresionante constatar que el hombre conozca hoy tanto acerca de sus orígenes y tan poco acerca de su destino; que sea tan lúcido para encontrar los medios y tan ciego para descubrir los fines” (Ob. de EuskalHerria. 1986).

Llamada a la conversión

La increencia interpela a tomar conciencia del profundo cambio que se ha realizado en la sociedad y del divorcio entre la cultura moderna y la fe cristiana tradicional. Las Hijas de la Caridad viven un momento histórico y no pueden seguir actuando como si nada hubiera pasado. El cristianismo está expuesto a examen en las Hijas de la Caridad. Ya no sirve una fe rutinaria. Lo que la sociedad les pide son signos de credibilidad y no razones. “Mostrad los frutos de una sincera conversión”, decía Juan Bautista (Lc 3, 8).

Para la sociedad la Compañía de las Hijas de la Caridad no es lo que era. Hace años, el pueblo consideraba a las Hijas de la Caridad dedicadas por entero a recoger a los pobres que no podían pagar su salud ni su educación o no tenían con qué sostenerse. La Hijas de la Caridad era inseparable de los pobres y el ángel de los necesitados. Su servicio era considerado una obra social y se las dispensaba de muchos impuestos. Los organismos civiles las veían como benefactoras de los pobres y les entregaban sus establecimientos de beneficencia. Algunos decían que por ser empleadas baratas, otros lo atribuían a que eran eficientes. Al abundar el trabajo, sus puestos eran despreciados por considerarse de poca categoría trabajar en la beneficencia con salarios bajos. Hoy todo ha cambiado. La gente ni se fija en ellas y las instituciones tampoco las necesitan, pues los puestos de trabajo son ocupados al instante y su salario es equiparable al de otras operarias seglares que trabajan tan eficazmente como ellas, pero en 2005 reconoció su labor y con un aplauso generalizado el gobierno español les otorgó el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

Se necesita una conversión personal y comunitaria que acoja las leyes y las normas como una liberación y no como una carga que hay que soportar. “Los hombres de nuestro tiempo y de manera especial los jóvenes tienen necesidad de ver en la comunidad cristiana el signo de una vida reconciliada, justa, alegre, algo nuevo y diferente que les ayude a creer en Dios y buscar en él la autenticidad y la plenitud de sus vidas” (Conferencia Episcopal Española, Testigos de Dios Vivo, n. 58).

Jesucristo es el camino que lleva al Padre, el rostro visible de Dios invisible, la manifestación de su bondad. Para conocer a las tres Personas hay conocer mejor a Jesucristo. Y Jesús habla de un Dios que es Trinidad y se comunica con los hombres en cuanto Padre, Hijo y Espíritu Santo. Él lo conoce por experiencia y el hombre puede descubrirle a través de la creación que refleja la omnipotencia, la belleza y el amor de las tres divinas Personas. Puede experimentar el ansia ilimitada de lo infinito que siente su corazón, la experiencia del perdón, cuando perdona y se siete perdonado, la experiencia del sufrimiento, especialmente en la muerte, y la experiencia de la presencia de Dios en el interior del hombre, especialmente en momentos de oración que le hace exclamar ¡el Espíritu de Dios está aquí!

Para percibir las señales que hablan de Dios el hombre debe entrar en sí mismo y salir de uno mismo. Entrar dentro de uno mismo significa no vivir programados y dirigidos desde el exterior en una vida dispersa y agitada que impide escuchar al Espíritu del Padre y del Hijo. En la búsqueda de cada una de las Personas divinas la honestidad es algo decisivo y anterior a toda decisión. La existencia humana, vivida con sinceridad, lleva a Dios. “Puedes mentir a Dios, pero no puedes engañarle” (S. Agustín). Vivir la sinceridad supone vivir la humildad, experimentar los límites del hombre, sus pecados, cansancios, dejadez y debilidad, “pues Dios resiste a los soberbios”. Salir de uno mismo significa estar abiertos al mandamiento del amor a Dios y a los hermanos. “A Dios nadie le ha visto nunca, pero si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros” (1 Jn 4, 12).

P. Benito Martínez, C.M.

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