El fundamento es asistir a los pobres • Una reflexión semanal con Ozanam

por | Jul 23, 2018 | Federico Ozanam, Formación, Javier F. Chento, Reflexiones | 0 comentarios

Lo que constituye la vida de la Sociedad de San Vicente de Paúl es la visita a domicilio a los pobres; no basta asistir con asiduidad a las reuniones […].

La visita, para conseguir de ella los frutos que se tiene derecho a esperar, debe ser puntual, respetuosa y fraternal […]. Hay que evitar, sobre todo con los pobres de París, una familiaridad que a ellos les parecería arrogancia […]. Conseguiremos resultados mucho más preciosos si conseguimos que nuestras visitas sean fraternales, si aceptamos con sinceridad sus muestras de amabilidad, si por nuestra parte les confiamos nuestras penas y nuestras tristezas, pidiéndoles a la vez la limosna de sus oraciones […].

Cuando Nuestro Señor dijo: «Siempre habrá pobres entre vosotros», no se trata de una maldición que haya legado a sus discípulos, sino de un dicho de esperanza y de amor […]. Fueron doce los pobres a quienes se les concedió convertir al mundo; son los hijos del pobre los que llevan a las naciones infieles la luz de la fe. No temamos, pues, ver cómo aumenta cada día ese oleaje de proletarios que amenaza con inundar y ahogar la civilización moderna. Si hemos conseguido que esos pobres sean cristianos, cubrirán el mundo para regenerarlo.

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Federico Ozanam, Extracto de las actas de las reuniones generales, 1 de febrero de 1836 a 19 de marzo de 1848, Archivos S.S.V.P., reg. 103.

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Reflexión:

  1. Esta alocución de Federico, que pronunció el 12 de diciembre de 1847, nos recuerda el doble fin de la Sociedad de San Vicente de Paúl: asociarse para apoyarse mutuamente en el caminar de la vida cristiana, y poner la asociación al servicio de los pobres.
  2. Ozanam pone el énfasis en la visita al domicilio de los pobres, y cómo esta debe de ser: puntual, respetuosa, fraternal. Los pobres han de ser tratados con el máximo respeto y atención, como al mismo Jesucristo, rememorando las palabras de san Vicente de Paúl.
  3. Y, además, aceptando con sinceridad su amabilidad y compartiendo con ellos nuestros pesares, pidiéndoles que recen por nosotros. La humanización de la caridad hace que los pobres no sean rostros invisibles, personajes anónimos a los que atender, sino hermanos con los que compartimos lo que somos y lo que tenemos. Esta es la verdadera dimensión de la caridad desde el punto de vista vicenciano: el encuentro con el pobre es el encuentro con el hermano con el que compartimos y del que recibimos muchas veces más de lo que damos; y, además, es el sacramento de Cristo en la tierra: un creyente no puede dejar de ver a Jesucristo cuando se encuentra con el pobre.
  4. La dimensión que Federico da al texto evangélico que cita (Marcos 14, 7) ilumina la reflexión anterior: Dios se encuentra con nosotros en el pobre. ¡Tenemos la gracia de poder encontrarnos con Jesucristo cuando nos encontramos con el pobre!
  5. Hay una frase en este texto que requiere una explicación: «son los hijos del pobre los que llevan a las naciones infieles la luz de la fe». Federico tenía conocimiento sobre los misioneros que partían a las misiones lejanas gracias a su trabajo en la Obra de la Propagación de la Fe. Él sabía que son precisamente entre los pobres donde surgían la mayor parte de los testigos que deseaban anunciar el evangelio en tierras lejanas y que no conocían aún a Jesucristo, «infieles» en el lenguaje propio de la época. Una vez más, los pobres son los que evangelizan.
  6.  La última frase merecería un desarrollo mucho más extenso. Recordemos que Federico vivió los albores de la revolución industrial, y muchos obreros (proletarios) trabajaban en situaciones indignas, incapaces de salir de su pobreza con el escaso sueldo que conseguían por trabajar un enorme número de horas, en situaciones de completo desamparo y de poca seguridad. En su tiempo, los obreros formaban parte de los empobrecidos, igual que aún pasa hoy en tantísimas partes del mundo. Ozanam, que toda su vida quiso demostrar el poder civilizador del cristianismo y su influencia sobre el progreso de la sociedad, cree firmemente que atendiendo y evangelizando a los pobres —a los proletarios, en este caso— es la única manera de poder «regenerar el mundo». Nuevamente vemos que el cristianismo está en manos de los pobres, y ellos son los auténticos depositarios de la fe, algo que también oímos decir a san Vicente de Paúl.

Cuestiones para el diálogo:

  1. ¿Cómo es mi trato con el pobre? ¿Es puntual, respetuoso, fraternal? ¿Les ofrezco el mismo respeto y atención que le daría al mismo Jesucristo?
  2. ¿Comparto con los pobres mis inquietudes? ¿Les pido que oren por mí?
  3. ¿Trabajo por mejorar la situación de los empobrecidos, luchando contra corriente? ¿Cuento con los pobres para hacerlo? ¿Soy consciente de que esto forma parte del Cambio Sistémico que la Familia Vicenciana promueve? ¿Lo aplicamos en nuestra realidad local?

Javier F. Chento
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