Am 9, 11-15; Sal 84; Mt 9, 14-17.
“¿Pueden los invitados a la boda estar tristes mientras el novio está con ellos?”
Esta pregunta la hace Jesús a los discípulos de Juan el bautista como respuesta a su pregunta del por qué no ayunan sus discípulos. Cuántas reglas nos permitimos romper cuando estamos de fiesta, al menos a mí se me viene a la memoria romper la dieta, faltar al trabajo, el vestir de manera diferente a lo cotidiano. Vivir en la presencia de Dios, seguir a Jesús, es motivo para ello, sin embargo en ocasiones nuestras caras, gestos y vida delatan más ausencia que presencia del Novio con nosotros.
Jesús no nos pide fingimientos, nos invita a orar, es la manera más sencilla de compartir la vida con él y es desde ahí que encontraremos la alegría que nace del interior y que nadie nos podrá quitar, es a través de este encuentro como nos sentiremos fuertes ante el sufrimiento y el dolor, es cuando nuestra cara, postura y vida hablarán de Jesús.
Vivamos sabiéndonos hijos amados, como Jesús. Aceptemos que Dios nos ama no porque lo merezcamos sino porque lo necesitamos, y así nuestro buen trato a los demás no será porque lo merezcan sino porque lo necesitan.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Norma Leticia Cortés Cázares
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