Siento vivamente en mí un mal que creo es propio de toda la presente generación. Hay muchas buenas intenciones, muchas inspiraciones generosas, pocas resoluciones y aún menos perseverancia. Veo algunas inteligencias elevadas, algunas voluntades rectas, pero pocos caracteres. No estoy hablando ahora más que de las gentes de bien. De todos los dones del Espíritu Santo el que más falta es la fortaleza.
Federico Ozanam, carta a Theophile Foisset, del 21 de octubre de 1843.
Reflexión:
- Muchas veces, cuando uno recorre la vida de Federico y el momento histórico que le tocó vivir, no puede evitar hacer analogías con el momento actual. Sin duda, fueron tiempos distintos en muchísimos aspectos, pero también con algunos puntos de encuentro. Y este, del que habla Federico, puede ser uno de ellos.
- Se queja Federico de que (en su tiempo) las intenciones eran buenas, pero rara vez llegaban a materializarse en algo práctico y concreto; y, menos aún, que tuvieran cierta continuidad temporal («perseverancia»). En los nuestros vivimos situaciones complejas, a múltiples niveles: los problemas se acumulan sin que veamos pruebas de que se están dando pasos seguros para solucionarlos. Así:
- Se habla mucho de una clase dirigente («políticos») mediocre y corrupta. Pero… ¿qué pasos efectivos se están dando para solucionarlo?
- Se nos llena la boca a todos con la protección del medio ambiente, nuestra aldea global, los peligros de la deforestación, el cambio climático, la polución de nuestra atmósfera y mares. Pero… los acuerdos multinacionales, el Protocolo de Kioto de 1997, el acuerdo de París de 2015, tantas propuestas que se han dado en este aspecto, ¿llegan a un feliz término, o no pasan de ser declaraciones de buenas intenciones, que nunca se concretan en hechos?
- Sabemos que está en nuestras manos el fin del hambre en el mundo, si los que tienen el poder de hacerlo se lo tomasen en serio. Es un hecho que producimos alimentos más que suficientes para satisfacer al conjunto del planeta, pero la injusta distribución de los recursos de producción y consumo condena al hambre a uno de cada seis seres humanos: «Durante los últimos 12 años, el Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) de reducir a la mitad el hambre para el año 2015 ha sido el principal motor de la reducción del hambre. La proporción de personas hambrientas en los países en desarrollo ha disminuido de manera significativa, del 23,2 por ciento en 1990-92 al 14,9 por ciento actual. Sin embargo, este descenso se debe más a un aumento de la población mundial que a la ligera reducción en el número real de personas hambrientas, desde aproximadamente 980 millones a 852 millones en la actualidad» (cf. El fin del hambre y la desnutrición).
- La falta de trabajo y la precariedad laboral son un problema de máximo orden en todo el mundo. Todos lo reconocemos. Pero… ¿qué iniciativas se dan que prioricen la dignidad personal y el derecho al trabajo que reconoce la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, en su artículo 23: «Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses» ¿Realmente vemos reflejada la situación actual en este párrafo?
- Habría muchos más puntos que poder decir…. Y Federico sigue: ve muchas inteligencias y voluntades rectas, pero pocas personas de carácter, pocas personas con el suficiente carisma para marcar la diferencia y darle un vuelco a la situación. ¿No es, acaso, así también en nuestros tiempos?
- Nos dice Ozanam que falta (entonces y, seguramente, también ahora) el don del Espíritu Santo de la Fortaleza. La fortaleza es la virtud que nos asegura contra el temor de las dificultades, de los peligros y de los trabajos que se presentan en la ejecución de nuestras empresas, una disposición que el Espíritu Santo pone, en el alma y en el cuerpo, para saber sufrir, para acometer las obras más difíciles, para exponerse a los más espantosos peligros y para soportar los trabajos más rudos y las penas más amargas. Y todo ello con constancia.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Es cierto que lo que dice Federico en este texto también es una realidad de nuestro tiempo?
- ¿Qué otras buenas intenciones que no se concretan podríamos añadir a los ya dichas en la reflexión?
- ¿Qué podemos hacer nosotros para mejorar las situaciones de injusticia que vivimos?
- ¿Cómo vivimos, personalmente y en comunidad, esta necesidad del espíritu de Fortaleza? ¿Pedimos a Dios que nos dé coraje para afrontar las situaciones difíciles que, inevitablemente, aparecen cuando nos ponemos de parte de los oprimidos?
- ¿Somos capaces de ponernos enfrente a la realidad y tratar de transformarla, sin tener miedo al conflicto?
Javier F. Chento
@javierchento
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