Hch 16, 1-10; Sal 99; Jn 15, 18-21.
“Ustedes no son del mundo”
El mundo es entendido como el lugar donde conviven los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas. El mundo es el lugar donde predomina el poder, el tener y el placer, a cualquier precio; la maldad, la falsedad, la mentira, la hipocresía, la explotación, la corrupción.
Un lugar donde brilla la falsa luz, el culto a la imagen, a lo externamente estético, lo espectacular; donde se valora a la persona que tiene bienes económicos, fama, poder o influencias y se desprecia y margina a los pobres, enfermos, ancianos…
Es en ese mundo, en ese ambiente donde brilla la falsa luz producto de las obras de las tinieblas, donde Jesús nos advierte que serán perseguidos los hijos de la luz. Pero es también ahí donde necesitamos llevar la luz que él nos da y la vida que nos transmite.
Para cumplir esta misión sabemos que las fuerzas humanas y la buena voluntad no bastan, necesitamos de la ayuda y fortaleza de Dios. Con razón San Vicente de Paul decía “Denme un hombre de oración y será capaz de todo”. Nuestra fortaleza es estar unidos y alimentados por Dios mediante la oración, la Palabra de Dios, la comunión y el servicio a los más necesitados.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Santoyo Mondragón, cm
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