Autoridad entre los seguidores de Cristo

por | Ene 24, 2018 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús enseña con autoridad asombrosa.  Se espera de los enviados por él a proclamar el Evangelio a toda la creación que cumplan su misión con autoridad.

Jesús no enseña como los escribas.  Éstos funcionan como intérpretes oficiales de la ley y los profetas.  Básicamente, pues, destacan la autoridad de las Escrituras y de la tradición.  Pero, claro, no dejan los escribas de citar, como expertos en estudios religiosos, a los maestros de más renombre.

Jesús, en cambio, enseña con autoridad asombrosa.  Afirma, por supuesto, la importancia de la ley y los profetas, diciendo que él ha venido a darles plenitud.  Pero no repite simplemente las mismas doctrinas de siempre, sino que las hace cobrar un sentido radical.  Por tanto, exige Jesús una justicia mejor y desacostumbrada:  «Habéis oído que se dijo …, pero yo os digo …».

Pero lo que hace aún más notable la autoridad de Jesús es la coherencia entre su predicación y su actuación.  Anuncia él en la sinagoga el Evangelio de Dios.  Y, a continuación, realiza Jesús la Buena Noticia con la curación de un hombre poseído por un espíritu inmundo.

Con demostrar tal autoridad, Jesús se presenta como auténtico profeta que ha suscitado Dios de entre sus hermanos.  Está investido de una fuerza que le viene de Dios.

Pero Jesús, claro, es más que profeta.  Es que él es el Hijo a quien el Padre ha entregado todo.  Y como nadie conoce al Padre sino el Hijo, solo el Hijo, entonces, enseña con autoridad.  Solo por medio de él, sí, revela el Padre a los pequeños las cosas que esconde a los sabios y entendidos.

Se espera de aquellos a quienes Jesús ha tenido a bien revelarles estas cosas que las comuniquen con autoridad.

Nos toca a los seguidores de Jesús revestirnos de su autoridad.  Él no nos permite tiranizar ni oprimir a nadie.  Los verdaderos discípulos no infunden espanto repugnante, sino asombro atrayente.

Y se guardan de la tentación de mostrarse suaves con los poderosos y severos con los pobres.  No se echan atrás ante el poseído por un espíritu codicioso y explotador.  Le increpan, diciendo:  «Cállate y sal de él».  Así no se dejan influir por el astuto que, cumpliendo y mintiendo, les ofrece reconocimientos aduladores.

Pero, sobre todo, no nos debe faltar a los cristianos la autoridad moral.  Es decir, hemos de hacer lo que predicamos y ser fieles a nuestro compromiso cristiano.  Tenemos que amar, además, no solo con palabras dulces, sino a costa de nuestros brazos y con el sudor de nuestra frente (SV.ES XI:733).

Señor Jesús, haz que proclamemos el Evangelio con autoridad, poseídos por tu amor que es infinitamente inventivo (SV.ES XI:65)  Entregaste tu vida por nosotros; que estemos dispuestos también a entregar la vida por nuestros hermanos.

28 Enero 2018
 Domingo de T.O. (B)
Dt 18, 15-20; 1 Cor 7, 32-35; Mc 1, 21-28

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