Navidad, tiempo de regalos y agradecimiento

por | Dic 22, 2017 | Benito Martínez, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Hemos llegado a Navidad, época de regalos y agradecimiento. En Navidad las personas que se quieren se regalan algo y se agradecen el detalle. Postura que debiera prolongarse todo el año, como lo prolongaba santa Luisa de Marillac que frecuentemente termina sus cartas con la frase muy agradecida hija o servidora. A veces, su gratitud era una fórmula social de educación, pero la mayoría de las veces era agradecimiento sincero bien a los sacerdotes o a los misioneros paúles por los ministerios que desempeñaban con las Hijas de la Caridad bien a los directores de los establecimientos en los que servían las Hermanas. Igualmente era frecuente que agradeciera algún regalo que le hacían a ella, a su hijo, a las Hermanas, a san Vicente de Paúl o a los pobres. Y cuando no sabía a quién agradecérselo, se lo agradecía a la divina Providencia: “Son sus oraciones, queridas Hermanas, las que atraen de la bondad de Dios todos estos favores, estén por ello muy agradecidas”. “Quiera Dios, Padre, que tenga yo suficiente virtud y amor para agradecer los cuidados que la divina Providencia toma de nosotras” (c. 160, 161). Sus entrañas de mujer se deshicieron durante las revueltas de las Frondas, cuando los soldados se alojaron en casas de las Hermanas y las respetaron. Emocionada le pide al P. Portail que le ayude a agradecérselo a Dios: “Me figuro que su caridad nos habrá compadecido en estos tiempos de tanta calamidad en París. Le ruego nos ayude a ser agradecidas a nuestro buen Dios por las gracias que ha concedido a toda la Compañía, tanto por haber sido preservadas del hambre como de los demás peligros en las ciudades y en las aldeas” (c. 287).

También nosotros en estas Navidades, como invitan los pastores que en figura colocamos en los belenes y que poetizó a su manera san Francisco de Asís, acudimos a Dios no para que nos dé, sino porque nos ha dado a un Niño que es Dios nacido en Belén en Navidad y nos da la seguridad de no estar solos.

El agradecimiento

Estas Navidades recibiremos regalos y tarjetas navideñas de felicitación. Nos emocionamos al sentir que nos quieren, que a muchas personas les importamos y se lo agradecemos. El regalo indica amor y el agradecimiento supone también amor. Lo importante no es el regalo recibido, sino el amor que se manifiesta. Es frecuente en las cartas de santa Luisa la frase “le agradezco las muestras de amor que me da”. Es entrañable el agradecimiento que le expresa a Sor Isabel Hellot que ha cuidado a su hijo Miguel, enfermo, mientras la santa estaba fundando en Nantes: “Aunque ha sido usted la que ha trabajado con él, estoy muy agradecida a todas nuestras Hermanas y les agradezco de corazón su afecto que nunca mejor que en esta ocasión, la más sensible para mí, hubieran podido demostrarme” (c. 164). Cuando santa Luisa escribe a su amiga Sor Juliana Loret aquella frase “le agradezco con todo mi corazón su cariñoso afecto hacia mí” (c. 371), está indicando que el agradecimiento es el comienzo de la amistad. Si no existe el amor mutuo de amigos o amigas es fácil ver en el regalo, manipulación o halago.

Si estas Navidades no recibimos gratitud por el regalo que hacemos, acaso sea porque no hemos sabido manifestar el amor con que lo damos. Si la otra persona no reconoce mi afecto hacia ella en el regalo que le doy, no hay sentimiento de gratitud en su corazón. Solamente cuando reconozca que he querido agradarle con un regalo porque la quiero, me lo agradecerá. Hay que tener presente que en francés -lengua en la que escribe santa Luisa- agradecer se dice être reconnaissant [estar reconocido] y el agradecimiento se expresa por la palabra reconnaissance [reconocimiento].

A veces necesitamos un mínimo de humildad para aceptar algunos regalos que señalan la situación en la que nos encontramos. Santa Luisa lo expresa con la frase le agradezco humildemente, sin sonrojo por manifestar sus carencias: “Sus uvas son hermosísimas, ya sabe que no tengo dientes y no puedo comer las pequeñas, así es que se las agradezco”, le “agradezco sus hermosos y exquisitos higos que han venido muy a punto para nuestra vecindad”, “le agradecemos de todo corazón el bonito y excelente hilo que nos ha mandado, ya sabía usted que apenas nos quedaba”; “le agradezco de corazón, en nombre de toda la Comunidad, el hermoso pescado que nos ha enviado” (c. 421, 462, 493, 573).

Humildad propia de Navidad en la que celebramos el nacimiento de Dios como un niño débil, llorón, al que su madre tiene que limpiar, amamantar y cuidar. Por falta de humildad se puede aceptar el regalo con suspicacia, desengañadas por otras experiencias, o porque se minusvaloran y piensan que ellas de ninguna manera pueden ser objeto de un regalo, que en ellas nunca nadie se ha fijado para amarlas. Otras, rechazan el agradecimiento, dudando del amor en quien lo da o considerando un derecho que se les dé. Estas personas en Navidad no sentirán la emoción de agradecer un regalo. No vale la caridad anónima, pues las Navidades son las fiestas en las que todos esperan que se les manifieste personalmente el afecto que se les tiene.

El agradecimiento expresa la solidaridad

Cuando en estas Navidades hacemos un regalo o lo agradecemos expresamos la solidaridad entre los humanos. Lo contrario es vivir en una sociedad deshumanizada. Hay situaciones en las que la solidaridad es obligatoria, como en el caso de una familia que no tiene para comer. Pero también es obligado agradecerlo. Emocionada lo indica santa Luisa, cuando escribe: “Estén muy agradecidas por los cuidados que han tenido con ustedes, y traten de compensarlo con el servicio que ustedes tengan con los pobres” (c. 262).

Hay casos durante el año en los que se dan las gracias por un motivo de educación cívica. Pero no en Navidad. En un mundo social en el que cada uno busca su propio bien y es corriente medrar despreocupados de los otros y donde los regalos solamente se hacen entre las familias, los amigos y los grupos sociales o políticos el agradecimiento aún por cortesía dan a la vida el sentido humano de que existe el amor.

El agradecimiento en el perdón

La Navidad es una situación sorprendente porque ese Niño nace a pesar de nuestros pecados y para perdonarlos. No tenemos derecho a exigir el regalo del perdón, él lo da con total libertad. Nosotros lo único que podemos exigir es clemencia. Y tiene máxima importancia, pues el perdón da sentido a nuestra existencia y nos quita la idea de que la vida es absurda. La Navidad nos invita a perdonar, no como una fórmula de cortesía, sino con sinceridad y como la culminación del mandamiento del amor, decretado en la oración del Padrenuestro y en el perdón que da Jesús en la cruz a los mismos que le matan.

Autor: Benito Martínez, CM

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