Un estremecedor mensaje en el homenaje a las víctimas del atentado en Barcelona

por | Ago 23, 2017 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Como todos ya sabemos, el terrorismo de ISIS atacó nuevamente en Barcelona sólo hace unos días, dejando tras de sí 15 muertos y decenas de heridos en una nueva masacre cobarde y vil. La respuesta del pueblo no se hizo esperar y una gran ola de solidaridad y afecto inundó las plazas de Barcelona, España y la gran mayoría de los países del mundo.

En el lugar donde paró la furgoneta en Las Ramblas, se fue construyendo un improvisado altar de manos de miles de ciudadanos anónimos que quisieron acercarse a prestar homenaje a las víctimas del brutal ataque, gente de toda clase y condición, de toda religión o carente de ella, de cualquier ideología política.

Un mensaje atrajo mi atención de entre las fotografías que se tomaron de este altar:

«Me tendría que haber pillado a mí, no a un niño de 3 añitos. Yo no tengo nada ni a nadie, yo hubiese muerto por todos. Siempre os llevaré en el alma. Soy un vagabundo y mi vida no vale nada».

Una persona anónima, un vagabundo, un emprobrecido y marginado de la sociedad se une al lamento común y llora con todos la muerte de los inocentes, entre ellos un niño de 3 años. Un acto de humanidad que honra al que lo demuestra. Pero desgarra tambier constatar que, en su mensaje, hay soterrada una lección de humanidad que la sociedad aún no ha aprendido: la situación personal de este ser humano, como la de tantos otros que viven en nuestras calles, es de la más pura soledad e indiferencia. «No tengo nada ni a nadie» es el grito mudo de miles de olvidados en nuestra sociedad, que se acercan también a compartir el llanto de todos, y que consideran su vida menos digna que la de los inocentes que murieron en la barbarie. Siempre es desgarrador oir a una persona decir que «mi vida no vale para nada». En boca de un necesitado es un clamor que indigna y que nos cuestiona como seres humanos y como miembros de una sociedad que olvida a los desposeídos.

Toda persona es digna. Los cristianos creemos que todo ser humano ha sido creado a imagen de Dios, que todos y cada uno de nosotros somos hijos de un mismo Padre y, por tanto, hermanos. No podemos permitir que haya personas que, cegadas por doctrinas sectarias, sean capaces de perder cualquier resto de humanidad y asesinar de un modo tan repulsivo a otros seres humanos; tampoco podemos olvidar el lamento de aquellos que consideran que si vida no tiene valor. Toda vida es valiosa.

Los vicencianos, que en este año y en los siguientes reflexionamos sobre la acogida al necesitado, en especial a los sin techo, tenemos una misión importante que realizar en este sentido: por supuesto, garantizar que las condiciones materiales mejoren para estas personas, pero también cuidar y curar sus espíritus heridos. Que el Dios misericordioso nos ayude a todos a construir nuestra propia humanidad ayudando a los demás a tenerla, también.

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