Gén 41, 55-57; 42, 5-7. 17-24; Sal 32, 2-3.10-19; Mt 10, 1-7.

Entre los seguidores de Jesús aparecen como tres círculos: el de los apóstoles, el de los discípulos y el de las multitudes que, de cuando en cuando, acuden a escucharlo. Si tiras una piedra al agua, se van haciendo distintos círculos concéntricos. Jesús entregó su persona y su vida en el lago humano y fueron apareciendo esas distintas aproximaciones a él, como también los círculos crecientes de enemigos.

Los apóstoles formaron el grupo más cercano a Jesús, pero no fue debido a sus méritos o decisión, sino porque Jesús los llamó; suya es la misteriosa iniciativa. Llamó “a los que quiso”, los llamó para estar con él y luego los envió a anunciar, desde la pobreza, el tesoro del Reino. El evangelio de san Lucas nos dará cuenta, además, del envío de los setenta y dos discípulos (Lc 10, 1 ss).

Y, desde tu bautismo, también tú participas de esta misión. Misión de estar con él, de ser su amiga o amigo, de orar con él y con él anunciar el Reino con servicios y palabras. Ya hay demasiados católicos apagados o acomplejados. No añadas tu nombre a esa larga lista. ¿Quién haría lo que tú puedes y tienes encomendado? ¡No hay suplentes!

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm