Novena a Santa Luisa de Marillac, día 4

por | May 3, 2017 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Hace 400 años, Dios puso en el corazón de San Vicente el deseo ardiente de entregarse por entero al servicio de los más pobres, y más adelante conocería a su gran amiga y compañera de misión, a quién le confio en primer lugar las Cofradias de la Caridad y luego el nacimiento de las Hijas de la Caridad. Te invito a que juntos vivamos esta novena como un espacio para descubrir las muchas facetas de santa Luisa de Marillac, a través de sus escritos más relevantes, que estos nueve días sean para nosotros de gran amor y piedad para que al celebrar esta fiesta el 9 de Mayo nos unamos a toda la iglesia para clamar a una sola voz que nuestro carisma Vicentino aún sigue vivo. Autor: Andrés Felipe Rojas Saavedra.

Espíritu Santo

– En el nombre del Padre …..

– Oración: Oh Dios, que suscitaste en el corazón de Santa Luisa de Marillac el celo por la salvación de las almas y alentaste en ella el amor hacia tu hijo Jesucristo en la persona de los más pobres, enséñanos de ella, la virtud de la humildad, la sencillez y la caridad que la caracterizaron en su obra apostólica. Danos Señor te lo pedimos un corazón como el suyo capaz de ser fieles a la vocación y con el deseo ferviente de ser constructores de familias santas entregadas al apostolado de la Iglesia, para que se pueda construir en medio de los que sufren el Reino de los cielos con justicia y caridad. Amén.

– Palabras de Santa Luisa:

“Una de las mayores pérdidas que pueden sobrevenir a las almas que no participan en la venida del Espíritu Santo es que los dones infusos en el Bautismo no tienen su efecto; lo que nos hace comprender la verdad de una advertencia de Nuestro Señor a las almas cobardes y perezosas, de que no sólo no habrán conseguido nada, sino que lo poco que tienen les será quitado. Es verdaderamente colocarnos por nuestra miseria en la impotencia de que ni siquiera la gracia haga nada en nosotras. ¡Oh! ¡Cuántas veces me he encontrado en tal estado! apartándome así del orden de los designios de Dios que son grandes sobre las almas a las que envía su Espíritu Santo.

Esto me ha hecho ver que todos los desórdenes de la vida vienen por falta de darse a Dios para recibir al Espíritu Santo; y faltando sus dones, se aprecia una sorprendente diferencia en el obrar entre las personas que están animadas por ellos y las que no lo están, cuyo obrar es terreno y fuera de razón, como tantas veces por mi miseria lo he experimentado con los desórdenes de mis sentidos y pasiones.”

– Fragmento de su biografía

Las clases desatendidas
Luisa de Marillac comenzó su nueva etapa visitando a las gentes de los pueblos, tanto a las señoras que formaban parte de las Voluntarias de la Caridad y que ayudaban a los necesitados con su dinero y con su persona, como a las personas que vivían en apuros económicos. Por aquellos pueblos campesinos descubrió un panorama desolador: el pueblo pasaba hambre, frío y miseria. Entonces no había seguridad social de ninguna clase y por lo común el estado abandonaba a los pobres a su suerte. En general vivían al día y, si las cosechas eran malas dos años seguidos, quedaban endeudados, terminando vendiendo lo poco que tenían. Al entrar Francia en la guerra de los Treinta Años, los impuestos, que pagaban los campesinos casi exclusivamente, llegaron a multiplicarse por cien. Por otro lado h medicina estaba atrasada y los remedios más comunes eran sangrías y lavativas. Ir al hospital era difícil porque únicamente existían en las ciudades y, donde había, cada cama acogía a dos o tres enfermos. Al quedar en sus casas no era raro que no tuvieran a nadie para que les cuidara. Eran escasos los pueblos en los que había escuelas; lo común eran los maestros ambulantes que, por un poco de dinero, enseñaban a los hijos de los campesinos, con la peculiaridad de que estaban prohibidas las escuelas mixtas. Ante esta situación, los padres no escolarizaban a sus hijos por no poder pagar o porque los necesitaban para el trabajo desde niños o porque no tenían ilusión, ya que sus hijos siempre serían pobres, o enviaban a los hijos varones y no a las chicas que se quedaban atendiendo a sus hermanos y haciendo las faenas caseras. Esto en el supuesto de que hubiera escuelas para niñas, lo que era muy raro.
Este es el panorama que descubrió horrorizada Luisa de Marillac. Eran los signos de los tiempos. La sensibilidad de los dos santos descubrieron las necesidades más urgentes de la sociedad de los pobres y se esforzaron en remediarla. Bajo la dirección de Vicente de Paúl, Luisa se dedicó a organizar y a ejecutar. En 1633 fundaron una asociación de mujeres, por lo general pertenecientes a familias sencillas, que el pueblo llamó Hijas de la Caridad por la labor de amor sacrificado que hacían.

– Reflexión personal.

– Gozos de Santa Luisa.

Oh Santa Luisa modelo de mujer creyente
Misionera y maestra de la caridad
Enséñanos a llevar a Cristo
Comunicando a otros el verdadero amor.

Enamorada fuiste, de Jesús sacramentado
Que tu ejemplo nos inspire
En estos 400 años para mostrar a otros
El cristo crucificado.

Esposa y madre que con gran ejemplo
Oraste y perseveraste para que
Tu hogar, terruño de amor, fuese
Un ejemplo del hogar de Nazaret santo.

Mística y maestra de oración,
Al Maestro con amor pintaste
Y al pernoctar en la lóbrega existencia
Entregaste a él tu mejor cuadro: tu vida santa.

Gran devota de la Madre del Cielo,
Su inmaculada concepción proclamaste,
Con gran fe y con amor, única Madre
De la compañía nombraste.

Formadora grande de las hijas de la caridad
Que con San Vicente la misericordia propagaste
Tu silencio y tu ciencia, crearon de Francia
Un ejemplo de caridad cristiana.

Ahora nosotros con amor y regocijo,
En el camino de todo vicentino,
A ti te cantamos a una sola voz,
Porque tu vida como ejemplo nos dejaste.

– Oración final:

Santa Luisa de Marillac, esposa fiel, madre modelo, formadora, misionera y maestra. Ayúdanos a alcanzar del Señor, las mismas virtudes que alentaron tu vida para entregar por completo la nuestra al servicio de Jesucristo en la personas de los más pobres, de los enfermos y de los desamparados. En tu protección confiamos la misión de toda la familia vicentina, los trabajadores sociales y la de todos los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan por la construcción del Reino de Dios, para que fieles al llamado de nuestro Señor Jesucristo sean agentes de la paz y la reconciliación. Amén.

Fuente: http://www.corazondepaul.com/

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