Fin y espíritu de la Congregación de la Misión • Una reflexión semanal con Luisa

por | Ene 27, 2017 | Benito Martínez, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

“La Asociación tiene por fin el conocimiento propio y el desprecio del mundo, con la resolución de servir en las parroquias bajo la obediencia a los párrocos, renunciando a todos los beneficios y honores. Y con este deseo de servir a la Iglesia, reconoce a Dios como digno de ser honrado dignamente; con tal fin quieren, cada uno en particular, entregarse totalmente para cooperar cuanto puedan con el amor de Dios en la salvación de las almas, sirviéndose del buen ejemplo y de las instrucciones que den sobre los ejercicios del cristiano y la recepción de los sacramentos bien administrados en la Santa Iglesia; así será cuando haya solamente buenos sacerdotes.

Honran a la Santísima Trinidad por la gran unión que reina entre ellos por medio de la cordialidad, e imitan al Hijo de Dios, que, desprendiéndose, en cierto modo, de su Padre, quiso tomar nuestra carne por la salvación de los hombres. También ellos se desprenden de todo lo que podría impedirles trabajar en este fin para la gloria de Dios”.

Luisa de Marillac, Consideración que hizo la Señorita Le Gras, siendo una viuda de cuarenta años.

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Reflexión:

  1. A finales de 1630, los párrocos de Paris veían cómo entraban en la Congregación de la Misión sacerdotes bien preparados, que vivían sinceramente su sacerdocio, y temían que estos sacerdotes se adueñaran de los mejores puestos. Por eso, piden a la Corte que no apruebe la Congregación de la Misión, si antes no renuncian a todos los cargos en las parroquias e iglesias de las ciudades, y que trabajen, como prometen, en la instrucción espiritual de los pobres del campo, sin poder entrar en ninguna iglesia más que por misión expresa del obispo, con permiso del párroco, y sin pretender retribución alguna, obligándoles a predicar, confesar o catequizar gratuitamente.
  2. Es lo que expone santa Luisa en la consideración anterior. Pero al fin que se proponen de misionar solo a los pobres, que, entonces, eran los campesinos, y de formar buenos sacerdotes, añade el Espíritu con el que misionan y viven: mortificación, desprendiéndose de todas las cosas del mundo; mansedumbre, pues en su vida y en su predicación no hay ningún atisbo de venganza; humildad, reconociendo que Dios es el todo y ellos la nada; sencillez, dando buen ejemplo, al vivir lo que predican, y caridad, manifestada por la gran unión entre ellos por medio de la cordialidad.
  3. Son las virtudes, cristianas y cívicas, necesarias para vivir hoy día en sociedad: mortificación, compartiendo lo nuestro con los pobres; mansedumbre o respeto a las ideas y vida de los demás; humildad, no queriendo imponer a los demás; sencillez que hoy se llama autenticidad sin engañar; caridad manifestada por la cordialidad.
  4. Los pobres, hoy día, ciertamente, están en los escasos pueblos que aún viven aislados, pues la sociedad se ha hecho ciudadana, pero también en los arrabales y en ciertas zonas de las ciudades ocupadas por emigrantes nacionales y extranjeros.

Cuestiones para el diálogo:

  1. ¿En qué lugares trabajan hoy las ramas de la Familia Vicenciana? ¿Dónde crees que están hoy día los pobres? ¿Pueden y deben ir a esos pobres y a esos lugares los vicentinos?
  2. ¿Crees que las virtudes de compartir, respetar, aceptar y escuchar, autenticidad y cordialidad son actuales? ¿Y aceptadas por la gente? ¿Y necesarias para convivir y evangelizar?

Benito Martínez, C.M.

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