Heb 7, 25-8, 6; Sal 39; Mc 3, 7-12.
“Tú eres el Hijo de Dios”
Jesús era frecuentado por gente de todos lados, atraída por lo que él hacía, mientras era rechazado por las autoridades religiosas a causa de su ceguera y dureza de corazón.
Pero no sólo eran las multitudes las que mostraban entusiasmo por las maravillas que salían de sus manos, también los espíritus inmundos se arrojaban a sus pies, confesando su identidad. Jesús les manda callar.
Las curaciones de Jesús provocaban en las personas el deseo de acercársele para liberarse de su mal. Sí, los signos de Jesús nos enseñan que con él ha llegado el Reino de Dios. Con Jesús ha llegado la liberación para los hombres de todo tipo de esclavitud y de mal.
Jesús manda silenciar los espíritus impuros para invitar a cada uno de nosotros a acercarnos a él y descubrir su verdadera identidad, que vendrá a ser manifestado en la cruz. Es ahí donde Jesús se deja ver plenamente dando la vida por nosotros. En la cruz Jesús nos da la vida que todos buscamos, y nos la ofrece en abundancia, para que jamás muramos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
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