“El niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta”
Sir 3, 2-6. 12-14; Sal 127, 1-5; Col 3, 12-21; Mt 2, 13-15. 19-23.
Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. La familia es gracia de Dios, el lugar donde nacemos y crecemos, donde comenzamos a vivir la fe de labios de nuestra madre. Es, al mismo tiempo, ámbito de problemas, que sólo con paciente amor se resuelven y nos hacen mejores.
Pero, ¡pobres familias de hoy!, atacadas por todas partes, menospreciadas por ideologías que son fantasmagóricas construcciones sociales. Nos decía el Papa Francisco este año: “El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil, es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social”. Y con ello el problema de la soledad. “La soledad, el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres. Pienso en los ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas; en tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa o su propio marido; en tantas personas que de hecho se sienten solas, no comprendidas no escuchadas…”.
Gracias, Señor, por el ejemplo de tu familia. Gracias por mi familia y por lo que a través de ella me diste!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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