Para mí, cuando llegan estas festividades, traen consigo un escalofrío en la espalda. No puedo evitar pensar en Alepo u otras ciudades masacradas por la guerra, no puedo evitar pensar en todos los niños esclavos en fábricas oscuras y sombrías propiedad de marcas de prestigio, tejiendo ropas que comprar sin sentir el olor a sudor que costaron.

No es que quiera ser aguafiestas pero, la verdad, desde la calidez de la iglesia cuando nos reunimos para orar por la paz en el mundo y los más pobres de la tierra, sí que se desea que la corriente de bondad irá a traer consuelo allá donde no parece haberlo.

Tengo nostalgia de aquellos que ya no están con nosotros, y veo el tiempo deslizándose inexorablemente hacia este rincón de la vejez, donde la vida puede ser un tirano para algunos, mientras que otros disfrutan de una longevidad envidiable a plena potencia. Siento la soledad de las parejas de ancianos abandonados y de jóvenes que llenan sus compras de Navidad en organizaciones benéficas parroquiales.

Y deseo que podríamos hacer el pequeño milagro de llevar lo más necesario a los necesitados. Así, desde el consumismo banal en estos días, hemos de hacer un compromiso para contener los gastos y llegar a otros que pasan necesidad. Piense en cómo se gasta en exceso en estos días y haga el propósito de llevarlo a algún lugar del mundo donde se pueda dar una alegría. Este es mi sueño esta Navidad, que celebra al niño Jesús, recoger las velas y dejar las suntuosas celebraciones por el plato común, y llevar al banco todo lo ahorrado por no unirnos al consumismo generalizado.

Y cuando los niños han perdido la magia y el encanto de los Reyes, convertirlos en solidaridad y donar juguetes para escribir su carta con la esperanza de que caen del cielo una parte de los sueños envueltos en papel de regalo.

Sé que se llevan a cabo muchos conciertos de caridad, se hacen muchas donaciones, el corazón se derrite como la miel a escuchar los villancicos. Por eso también es un momento de esperanza para muchos que ya no esperan nada.

La alegría de los que creen que Dios se hizo uno de nosotros para compartir nuestro destino, debe llegar a todos los rincones de la tierra. Y cuando quieran hacer retirar el Belén, lo pondremos en la red, y cuando quieran experimentar con los Reyes Magos, también vamos a llevar nuestra indignación a la calle.

Estamos en un mundo que juega a olvidar que hay un Dios creador del universo y que nos ha escogido para hacer de esta tierra un lugar más humano. Les deseo una Navidad sencilla y muchas felices fiestas a todos los conocidos y desconocidos.

Vuelva a leer lo que dice el profeta Isaías, 56, 1: «Guardad el derecho, y haced justicia; porque cercana está mi salvación por venir, y mi justicia para manifestarse».

Para aquellos que se sienten parte de Misevi: ¡Feliz Navidad!

«¡¡Atrévete a soñar Navidad!!»

David P. Fernández C.M.
Consejero Internacional Misevi
Fuente: http://www.misevi.org.br/

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