«Estuve preso…»

por | Oct 30, 2016 | Cambio Sistémico, Formación | 0 comentarios

Sabemos que San Vicente, Santa Luisa, las Hijas de la Caridad, las Damas de la Caridad y otros benefactores ayudaron a aliviar el sufrimiento de los presos condenados a galeras en la Francia del siglo XVII, ya fuera mediante limosnas, visitándolos, alimentándolos, proporcionándoles cuidados paliativos, o cuidando de sus necesidades espirituales.

Hace algunos años oí hablar de un ministerio llamado «Let’s start» [¡Comencemos!],  una organización dirigida por y para las mujeres que han estado encarceladas. Su objetivo es romper el ciclo de encarcelamiento en las familias mediante el uso de las experiencias personales de sus participantes para apoyar la recuperación, educar a la comunidad, e informar a la sociedad. Es un ejemplo interesante de una pequeña colaboración entre la Familia Vicenciana (en este caso, las Damas de la Caridad, las Hermanas de la Caridad y la Sociedad de San Vicente de Paúl) y otras entidades fuera de la Familia Vicenciana.

Para saber más puedes ver los siguientes videos (en inglés):

Reflexión:

¿Cuáles son algunas necesidades, en mi área local, que podrían ser satisfechas mediante la formación de una colaboración parecida? ¿Qué puedo hacer yo (o mi comunidad, mi Conferencia de la SSVP, mi Asociación, etc.) para ayudar?

Hay que tener en cuenta la gran importancia involucrar directamente y contar con los que tienen experiencia o han sido ellos mismos afectados (en este caso, las mujeres han estado encarceladas).


«El Sr. Vicente [dio] misiones de vez en cuando a los pobres encadenados, particularmente, cuando se acumulaban en gran número, y cuando estaban para ser llevados a las galeras, y así consolarlos y disponerlos a hacer buen uso de sus tribulaciones.

Parecía que no se podía hacer nada más para el alivio de los pobres forzados, y un corazón menos abrasado de caridad que el del Sr. Vicente se hubiera contentado con haberles procurado aquel retiro espiritual, con todas las ayudas corporales y espirituales que allí recibían. Pero el amor que les tenía no le permitía abandonarlos, ni separarse de ellos». (Abelly, Libro 1, Capítulo 28)

Más en vincencianos.org

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