“Joven, a ti te lo digo, levántate”
1 Cor 12, 12-14. 27-31; Sal 99, 2-5; Lc 17, 11-17.
¡Cuántas madres huérfanas de sus hijos! ¡Cuántas que los lloran porque se les perdieron en la droga, en otras adicciones, o en la absurda violencia o en la muerte, o desaparecidos!
El evangelio de hoy trata de una de estas madres.
Pobre y sola, viuda sin derechos, y ahora se le ha muerto su único hijo. Los vecinos de Naín –pueblo cercano a Nazaret– la acompañan hacia el cementerio. Pero, de pronto se encuentran con un personaje único: Jesús de Nazaret. ¿También él se sumará al cortejo fúnebre para acompañar a esta madre?
No, él detiene el cortejo; consuela a la mujer; “no llores” le dice.Y hace más. Le manda al joven difunto: “Levántate”. En ese momento, “se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre”. Y lo que era un trágico funeral, se convirtió en una indecible fiesta. Por el bien de esta pobre madre, por consolarla, resucita a su hijo y se lo entrega. Y el vecindario entendió que, en la acción de Jesús, “Dios se ha ocupado de su pueblo”.
Y este mismo Jesús, vivo y presente, también hoy quiere consolar a las madres que lloran a sus hijos perdidos.Y, por su gracia, muchos de ellos se van levantando y se ponen a ser sus seguidores. Y sus madres, como la viuda de Naín, se llenan de alegría.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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