Fuego consumidor y Espíritu alentador

por | Ago 10, 2016 | Formación, Mártires 2017, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

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Prender fuego en el mundo forma parte de la misión de Jesús.  Y, ¡cómo quisiera él que el fuego estuviera ya ardiendo!

Indudablemente, el deseo apasionado y angustioso de Jesús se va realizando.  De hecho, «una nube ingente de testigos nos rodea».  Son testigos de toda condición, de ambos sexos, de tanto los siglos remotos como de la edad presente, bautizados todos ellos con el Espíritu Santo y con fuego.

No, no le faltan hoy a la Iglesia discípulos.  Todavía hay personas que, alentadas por el Espíritu de Jesús y abrasadas por su fuego, recorren pueblos y aldeas para anunciar el Evangelio.  Insisten en ir a otros lugares a predicar.  Salen incluso de su zona de confort para dar a conocer a Jesús en tierras lejanas y desconocidas.

Ni son pocos los evangelistas y profetas modernos.  Éstos escriben libros para sacar a luz la sabiduría escondida en Cristo.  Con sus estudios, recuperan para la Iglesia verdades olvidadas.  Desafortunadamete, cuando predican, poniendo énfasis en la justicia, la misericordia y la fidelidad, se les acusa a veces, como al profeta Jeremías, de falta de patriotismo.  Entran en conflicto hasta con unos ocupantes de la cátedra magisterial.

También sigue suscitando Dios en la Iglesia mártires.   Se les martiriza hoy a Asia Bibi y a otros cristianos pakistaníes, y a otros tantos en el Oriente Medio y en otros países.  Por su fe, se convierten en signo de contradicción, repudiados siquiera por sus propios familiares.  Comparado con las persecuciones que ellos sufren, es insignificante lo que los cristianos en sociedades seculares y pluralistas soportamos debido a «Obamacare», por ejemplo, o a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Y son confesores de la fe muchos pobres de hoy, pues, les cabe la descripción que da san Vicente de Paúl de los pobres campesinos.  Creen sencillamente (SV.ES XI:120, 462).  Por eso, saben conservar la paz en medio de sus penas y calamidades.

Pero no nos basta con tener rodeándonos a innumerables testigos si no nos juntamos a ellos.

No llegará a su plenitud la realización del deseo de Jesús no sea que nos desvivamos también nosotros por buscar el reino de Dios y su justicia.  Hace falta nuestra aportación.  Nos toca completar en nosotros mismos los dolores de Cristo, sufriendo por su causa y por causa de nuestros hermanos y hermanas.  Tenemos que esforzarnos por pasar haciendo el bien y por asistir a los pobres de todas las maneras, no importa nuestra edad (SV.ES XI:57).  Nos es necesario imitar a Jesús:  crucificado, atrae a todos hacia sí; consume a todos, dejándose consumir.

Para hacer todo esto, sin embargo, para superar la mediocridad, necesitamos el Espíritu y el fuego de Jesús.

Señor Jesús, suscita en nosotros el fuego de la caridad que abrasó a san Vicente de Paúl.

14 de agosto de 2016
20º Domingo de T.O. (C)
Jer 38, 4-6. 8-10; Heb 12, 1-4; Lc 12, 49-53

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