Compasión y Cambio Sistémico: una reflexión vicenciana

por | Jul 21, 2016 | Cambio Sistémico, Formación | 0 comentarios

“Sea lo que sea que haga Dios,
su primer impulso es siempre la compasión

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Esas llamativas  palabras fueron escritas por un teólogo del siglo XIV. La compasión: tal vez haya otra palabra que vaya más directamente al corazón del mensaje del Evangelio, porque va al corazón de la propia identidad de Dios. «Puedes llamar a Dios amor, le puedes llamar bondad, pero el mejor nombre para Dios es compasión«.

La «regla de oro» —lo que hagas al otro— captura la esencia de la compasión y cada religión del mundo enseña una versión de la misma. La compasión, pues, tiene un valor universal. Pero, si reflexionamos sobre la compasión, podemos notar una paradoja. Por un lado, la mayoría de nosotros diría que básicamente somos gente compasiva. Sin embargo, al mismo tiempo, a menudo la compasión parece escasa cuando miramos a nuestro alrededor. Reflexionando un poco más profundamente, podemos darnos cuenta de que, a pesar de su lugar en todas las religiones, la compasión no es una virtud popular ni se practica con facilidad.

La cuestión es cuán amplia o cortamente practicamos la compasión. El «a quién» es el tema. Un viejo refrán dice que «la caridad empieza en casa» y, para algunos, allí termina, en lo propio, en la personal zona de confort de la familia y los amigos. Obviamente, el Evangelio nos desafía a una práctica más amplia y, de hecho para ser coherente, no selectiva, al vivir la virtud de la compasión. Para cada referencia bíblica a la ética sexual, por ejemplo, se encuentran fácilmente una docena de mandatos para el cuidado de la viuda, el huérfano, los extrajeros y los oprimidos. O, sencillamente, del vecino. La compasión es la respuesta necesaria al Dios que nos ha amado primero.

El servicio vicenciano depende de la compasión y casi no se puede realizar sin ella. Nuestros grandes apóstoles de la caridad, Vicente, Luisa, Federico y Rosalía, por citar sólo los principales, vivieron y respiraron compasión. Nos retan a vivir la compasión en el siglo XXI, aprovechando los conocimientos y procesos socio-económicos de hoy en día para provocar el cambio para los seres humanos oprimidos por la pobreza. Las obras de caridad tradicionales son muy necesarias pero, al final, la caridad trata de remediar hoy lo que la justicia podría haber prevenido ayer.

Y así, buscamos hacer cambios —reales, duraderos y eficaces— en las estructuras y sistemas que mantienen a las personas en la pobreza, ayudando a que los que servimos se conviertan en agentes de cambio. La Familia Vicenciana justamente se ha embarcado en este esfuerzo, y los pobres en diferentes partes del mundo están respondiendo. Esta es la compasión de nuestro tiempo: la caridad siempre será importante, pero ahora somos más conscientes de la necesidad de sembrar semillas de justicia y cambio. Esto es seguir en fidelidad a los apóstoles de nuestra tradición, porque en ellos podemos encontrar las semillas y las intuiciones de este mismo trabajo, ya que juntos tratamos de responder a la llamada del Evangelio: «Sé compasivo como el Padre celestial es compasivo.»

Jim ClaffeyJim Claffey se jubiló recientemente de la Sociedad de Vicente de Paúl, en Long Island, donde se desempeñó como Director de Formación y Programas. Jim sirve actualmente como secretario ejecutivo de la Comisión Internacional de la Familia Vicenciana para la promoción del cambio sistémico.

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