Conferencia de sor Marie Raw, H.C., a la Asamblea General de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Roma 2016:
Buenas tardes señoras y señores, ¡Hermanos y hermanas vicentinos! Estoy encantada de estar aquí hoy con ustedes. Estoy aquí a petición de Sor Kathleen Appler quien, como saben, es la Superiora General de las Hijas de la Caridad. Vuestro comité de organización le invitó para hablar en vuestra Asamblea General, lo que le hubiera encantado hacer pero, lamentablemente, está viajando por Asia en este momento, así que me ha pedido que yo venga en su lugar.
Desde junio de 2015, he sido Consejera General, viviendo en la Casa Madre de París, apoyando a nuestras cinco Provincias anglófonas en Australia, EE.UU., Irlanda y Gran Bretaña – ¡y aprendiendo francés! En total hay ocho Consejeras Generales y venimos de Francia, España, Polonia, Eritrea, Filipinas, Cuba, Brasil – y yo que soy originaria de Gran Bretaña. Sor Kathleen es Americana – nuestra primera Superiora General no europea!
En total, hay unas 15.000 Hijas de la Caridad, sirviendo en más de 90 países. Es cierto que nuestro número está decreciendo, pero también es verdad que nuestro compromiso aumenta y estamos encontrando con entusiasmo maneras de vivir el Tema de nuestra Asamblea General de 2015: “La Audacia de la Caridad para un Nuevo Impuso Misionero.”
El Tema de vuestra Asamblea: “Transformar vuestra esperanza en servicio” captó mi imaginación y he estado pensando en ello durante las últimas semanas. “Transformar vuestra esperanza en servicio” suena muy Vicentino, muy encarnacional – ¡y es un gran reto! Transformar algo en otra cosa supone un cambio radical, soltando, transformando – y en esta Asamblea, os estáis desafiando a vosotros mismos para hacer lo que sea a fin de transformar vuestra esperanza en servicio.
“Transformar la esperanza en servicio” puede ser una manera de nombrar el carisma vicentino desde su origen. Como sacerdote joven y bastante mundano, Vicente de Paúl había hecho a Dios la promesa de que dedicaría su vida entera al servicio de los pobres, a cambio de liberarle de las agobiantes dudas sobre la fe que le atormentaban–pero durante varios años se tuvo que contentar con vivir en la esperanza de poder cumplir su promesa. Entonces en 1617, primero en Folleville y más tarde en Chatillon les Dombes, empezó a ver la posibilidad de que su esperanza se hiciera verdaderamente realidad. Con nuestra percepción, podemos ver claramente que es en ese momento, al transformarse por primera vez la esperanza de Vicente en servicio, cuando nace de hecho nuestro carisma.
Echemos una ojeada al carisma vicentino que nosotros compartimos. Las palabras ‘carisma’ o ‘carismático’ se utilizan fácilmente y a menudo incorrectamente en nuestros días, por ejemplo en los negocios, en el deporte o actividades de ocio, para describir las habilidades, talentos o personalidad de alguien a quien se percibe como sobresaliente. Según la definición oficial, sin embargo, un carisma es “un don del Espíritu, dado a una persona, a través del cual se experimenta y vive un aspecto particular de Jesucristo, y luego se transmite a otros para que lo vivan, conserven, profundicen y lo desarrollen constantemente en ellos, en armonía con el Cuerpo de Cristo, en un proceso de crecimiento continuo.”(1)
Un carisma es un misterio. Es dinámico y creativo y perdurable y contagioso. En su esencia, no cambia nunca, pero las formas en qué se expresa pueden y deben cambiar. Se revela gradualmente, a veces de forma vacilante, pasando a nuevas dimensiones según las circunstancias cambiantes. No sigue viviendo automáticamente, simplemente conservando costumbres, devociones y actividades pasadas, ni por personas que simplemente viven y trabajan juntas. Para usar las imágenes de Evelyn Woodward, un carisma sobrevive y prospera cuando otras personas “comparten la visión, captan el espíritu, y arden con el mismo fuego.”(2)
El próximo año, 2017, celebraremos en toda la Familia Vicenciana, el 400º aniversario del nacimiento de nuestro carisma.
Fue en agosto de 1617, cuando la esperanza de Vicente empezó realmente a transformarse en servicio. El primer día de aquel mes, se instaló como Párroco en Chatillon, habiendo dejado el servicio de la familia Gondi –parece que realmente él hizo las maletas y se marchó. Menos de tres semanas más tarde, el domingo 20 de agosto, cuando se estaba vistiendo para la Misa, le hablaron sobre una familia que vivía en una casa aislada, en la parroquia, estando todos enfermos y por tanto incapaces de ayudarse unos a otros … conocemos muy bien la historia. Vicente escribió más tarde sobre aquel momento: “Me conmovió en lo más profundo del corazón. No dejé de hablar con profunda emoción sobre ellos en el sermón, y Dios, llegando a los corazones de los que estaban escuchando, hizo que todos ellos sintieran compasión hacia las pobres personas enfermas.”(3)
Vicente se conmovió en lo más profundo de su corazón –¿fue en aquel momento cuando nació el carisma? En lo más profundo del corazón de Vicente …
Él habló con profunda emoción; Dios llegó a los corazones, haciendo que sintieran compasión. ¿Fue aquel el momento en el que nació el carisma–cuando se comunicó por primera vez? Del corazón a los corazones …
Sabemos que esta compasión condujo a la acción inmediata, porque mucha gente acudió en ayuda de la familia el mismo día. ¿Fue aquel el momento del nacimiento del carisma– cuando se expresó de una forma concreta por primera vez? De los corazones a las manos y pies en acción …
También sabemos que había tantas personas, aparentemente todas mujeres, que fueron a ayudar a la familia que Vicente les describió como una “¡procesión habitual!” Él dice: “Surgió la pregunta de cómo podíamos ayudarles (a la familia) de la mejor manera en sus necesidades.” ¿Pudo aquel haber sido el momento en que nació el carisma? De los corazones a las manos y pies en acción, a la reflexión y al discernimiento …
Más tarde, Vicente escribió que él “habló a todas estas queridas y buenas mujeres … para que actuaran por turnos, día tras día … no sólo para (esta familia) sino también para otros casos que pudieran surgir.” ¿Fue quizá aquel el momento en el que el carisma nació? De los corazones a las manos y pies en acción, a la reflexión y al discernimiento -a la visión …
Esa misma semana, el miércoles 23 de agosto, Vicente convocó a una reunión a aquellas mujeres caritativas, a fin de planear la mejor manera de seguir ayudando a los pobres y enfermos de la parroquia. En aquella reunión se pusieron de acuerdo para organizarse y formar una asociación con este objetivo. Tres meses más tarde, en un documento de 84 páginas que aún existe, esa asociación de Chatillon, se denominó “La Cofradía de la Caridad” y sus miembros se llamaron “Servidores de los Pobres”. Jesucristo iba a ser el Patrono de la nueva Cofradía y su lema sería “Bienaventurados los misericordiosos, porque mi Padre es misericordioso” o … “porque yo tenía hambre y me disteis de comer …”, estableciendo así lo que en el lenguaje del siglo XX se describe como el “DNA espiritual” (4) o el carisma – servicio a la manera de Jesucristo y servicio a la persona de Jesucristo en los que son pobres.
El carisma que nació en 1617, como respuesta directa a las necesidades de los pobres, fue alimentado por los miembros de las Cofradías de la Caridad (Vicente fundó más de 80 en total) y por los Padres de la Congregación de la Misión, fundada en 1625, y por las Hijas de la Caridad, fundada en 1633 – y por los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl, fundada doscientos años más tarde, en 1833, y por muchas otras personas y grupos que lo han adoptado en todo este tiempo y que en cada caso, transforman la esperanza en servicio.
El origen de vuestra propia Sociedad recuerda profundamente el nacimiento del carisma al que añade más. Fue por casualidad-providencialmente-cuando Vicente fue a confesar a un anciano moribundo en Folleville; fue una casualidad –de nuevo providencial-que aquella familia de Chatillon enfermara en aquel domingo en particular, justo tres semanas después de que Vicente llegara a Chatillon; y fue por casualidad-la providencia de Dios – el que Ozanam y sus amigos oyeran la pregunta de Jean Broet en la primavera de 1833: “¿Dónde están las obras que prueban vuestra fe?”(5) No sabemos nada sobre el anciano de Folleville, no sabemos nada de la familia enferma de Chatillon, y conocemos poco más que el nombre del joven parisino que hizo esa pregunta que supuso un gran cambio … así es la obra de Dios.
Cuando Federico y sus compañeros estudiantes se sintieron instados a responder a la pregunta que les cuestionaba: “¿Dónde están las obras que prueban vuestra fe?”, de forma natural se dirigieron a su amigo mayor y mentor, periodista y editor Emmanuel Bailly. Se daba el caso que Bailly, cuando era joven, había sido Seminarista en la Congregación de la Misión; y sucedía que él había conservado la devoción a San Vicente; y también sucedía que había llamado a su primer hijo Vicente de Paúl Bailly un año antes; y también se daba el caso que él y su mujer eran amigos de una Hija de la Caridad, ¡Sor Rosalie Rendu! Por tanto, en la asombrosa providencia de Dios, no es sorprendente que Bailly dirigiera a estos jóvenes hacia el servicio de aquellos que son pobres. Podríamos decir que el carisma Vicentino que había estado latente en Bailly se reavivó y se transmitió a Federico Ozanam, Jules Devaux, Paul Lamache, Auguste Le Taillandier, François Lallier y Félix Clavé. Inmediatamente echó raíces en sus corazones y floreció, hasta el punto que cuando el cura local sugirió que los jóvenes estudiantes se hicieran catequistas para algunos niños locales, como forma de ‘obras que probaran su fe,’ ellos supieron inmediatamente que aunque estaban muy capacitados para hacerlo, no era esa su tarea. Por el contrario, se entusiasmaron con un comentario fortuito de la Señora Bailly que comentó que se necesitaban jóvenes varones para visitar las familias de trabajadores pobres,(6) aunque estos mismos jóvenes no tenían experiencia, ni recursos ¡ni conocían familias! Como Vicente en Chatillon, se alcanzó sus corazones, sintieron compasión, y el carisma estaba despertando.
A la manera verdaderamente Vicentina, Emmanuel Bailly quería colaborar animando esta nueva iniciativa, así como su colaboradora Sor Rosalie Rendu, y empezó a organizar su puesta en marcha. Colaboración, organización – el carisma estaba echando brotes. Primero de todo, Bailly envió ante Sor Rosalie a los dos voluntarios más prometedores, Federico Ozanam y Auguste Le Taillandier, y ella eligió familias adecuadas para que ellos empezaran y les dio comida y vales para llevarlos a las familias. En su artículo “Federico Ozanam conoce a Rosalie Rendu”, Sor Claire Sweeney HC escribe: “Sor Rosalie asumió en serio el papel de mentora. Ella sabía que el barrio de Mouffetard (en París) era una zona muy peligrosa y no se podía dejar así a aquellos jóvenes impacientes de clase media con sobreros de copa; era también consciente del peligro que existía de que ellos quedaran abrumados por lo enorme de la tarea y por la pobreza material ante ellos. Ella eligió cuidadosamente las familias pobres que Ozanam, Le Taillandier y los demás irían a visitar; les dio los vales; sobre todo ella compartió su sincera convicción de cómo había que servir a los pobres. Y su nombre les abrió las puertas.”(7)
Rosalie asesoró a estos jóvenes antes de partir al encuentro de sus familias – estar dispuestos a escuchar, ser pacientes, comprensivos, sin juzgar y educados con las personas a las que iban a visitar.(8) Ella abrió su propio corazón vicentino a estos novatos ávidos de caridad y sus corazones tomaron su ritmo y su latido. He oído decir que prácticamente los únicos dos grupos de personas en todo el mundo que son normalmente admitidos y bienvenidos en los corazones y hogares de los pobres, son sin duda las Hijas de la Caridad y los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl. En la medida que esto sea cierto, yo podría sugerir que vosotros, nosotras, lo debemos a la fidelidad e integridad de dos personas como la Beata Rosalie Rendu y el Beato Federico Ozanam, que recibieron, alimentaron y nos transmitieron el carisma.
A medida que Sor Rosalie capacitaba gradualmente a sus jóvenes colaboradores para empezar a transformar su esperanza en servicio, se aseguraba de que ellos entraran lo más profundamente posible en la espiritualidad de sus nuevas experiencias, introduciéndoles en lo que hoy llamaríamos ‘Reflexión Apostólica’. Esto les daba la oportunidad de mirar retrospectivamente las visitas que habían hecho y notar cómo Dios en Jesús se les había revelado en las personas y circunstancias de aquellos con los que se habían encontrado.
Compasión, colaboración, organización, acción y reflexión – ¡el carisma vicentino estaba floreciendo en aquellos jóvenes! No es de sorprender por tanto que, en Febrero de 1834, Federico – el líder reconocido – pusiera al grupo incipiente bajo los auspicios y la inspiración de San Vicente de Paúl y de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. (Señalamos de paso que esto sucedió justo cuatro años después de que Nuestra Señora se apareciera a una Hija de la Caridad, Sor Catherine Labouré, y le pidiera que dispusiera acuñar una medalla con el título de “María Concibió sin Pecado, – con seguridad, otro signo providencial.)
Con referencia a esta ceremonia de denominación, Federico escribió a François Lallier, unos pocos años más tarde: “Un santo patrón no debe ser (como) un letrero de una empresa encima de la puerta de una taberna. Es … una vida que debemos continuar, un corazón donde debemos reconfortar nuestros corazones, una inteligencia donde debemos buscar la luz.”(9) Una vida, un corazón, una inteligencia … y creo que la siguiente cita de los escritos de Federico Ozanam ilustra bien lo plenamente que él y aquellos jóvenes estudiantes absorbieron aquella vida, corazón e inteligencia: “Ayudar es humillante,” escribió, “cuando trata a los hombres desde abajo….atendiendo sólo a sus carencias materiales … pero honra cuando se hace desde arriba, cuando trata con su alma … con esas cosas que le hacen libre y que le pueden hacer grande. La ayuda honra cuando, al pan que alimenta, se añade la visita que consuela, el consejo que ilumina, el apretón de manos amistoso que levanta el ánimo decaído, cuando trata al pobre con respeto, no sólo como a un igual sino como a un superior, puesto que él está sufriendo lo que quizás nosotros seríamos incapaces de sufrir; puesto que él es el mensajero de Dios para nosotros, enviado para poner a prueba nuestra justicia y nuestra caridad, y para salvarnos por nuestras obras. La ayuda es entonces honorable porque puede hacerse mutua … porque la mano que aprietas, aprieta la tuya a su vez, porque esa … familia que tú amas, te ama a su vez.”(10) Este es el DNA espiritual del carisma vicentino maduro – servicio a la manera de Jesucristo y servicio a la persona de Jesucristo en aquellos que son pobres.
‘Transforma tu esperanza en servicio”. ¡La esperanza de Federico Ozanam era enorme! El soñaba con establecer nada menos que ‘una red mundial de caridad.’(11) En el momento de su muerte, en septiembre de 1853, vio que su esperanza empezaba a hacerse realidad – había entonces 2.000 miembros de la Sociedad en París y otros 2.000 en dieciséis países diferentes. Actualmente, como sabéis, la Sociedad suma unos 800.000 miembros en más de 150 países, al servicio de más de 30.000.000 de personas con todo tipo de necesidades. La esperanza de Ozanam se ha hecho realidad – aunque ¡siempre hay más por hacer!
Cuando miro por toda esta sala, veo representantes de miembros de la Sociedad procedentes de todos los Continentes. Quizá podríamos detenernos un momento para dar gracias a la providencia de Dios, que ha permitido a la Sociedad recibir tantas bendiciones y hacerse tan numerosa en los últimos 183 años, y honrar a cada miembro individual, vivos y muertos.
…África … América … Asia … Europa … Oceanía …
Honramos también a aquellas personas que viven en la pobreza cuyas vidas se han enriquecido y que, a su vez, han dado tanto a los miembros de la Sociedad.
Durante los próximos minutos, me gustaría invitaros a que prestarais atención a vuestro propio papel actual en la Sociedad, como líder nacional o internacional. Vuestras Reglas describen vuestro papel como ‘líderes servidores’ y, como vicentinos, no hay realmente otra manera para nosotros de vivir nuestra vocación de liderazgo.
El liderazgo de servidores no es en sí mismo nuevo – es una antigua filosofía. Se puede encontrar en muchos textos religiosos, aunque la propia filosofía transciende cualquier tradición religiosa en particular. En la tradición cristiana, se cita casi siempre este pasaje del Evangelio de Marcos en relación con el liderazgo de servidores: “Jesús les reunió a todos y dijo: ‘Vosotros sabéis que esos que se consideran los dirigentes de los Gentiles los tratan con prepotencia, y sus altos responsables ejercen la autoridad sobre ellos. No es así con vosotros. Por el contrario, quien quiera hacerse grande entre vosotros debe ser vuestro servidor, y quien quiera ser el primero debe ser el servidor de todos. Porque incluso el Hijo del Hombre no vino a que le sirvieran, sino a servir, y a dar su vida como rescate de muchos’”(12)
Dentro de la tradición vicentina, podríamos añadir a este texto: “Cualquier cosa que hagas a los demás, al más pequeño de mis hermanos y hermanas, me lo hacéis a mí” y esto es lo que da un carácter y una calidad únicos a nuestra forma de ser líderes servidores – el hecho de que contemplamos, vemos y servimos a la persona de Jesús en aquellos a los que guiamos.
Existe abundante literatura seglar sobre el tema del liderazgo de servidores, pero la frase genuina fue acuñada por Robert K. Greenleaf en 1970. Él escribió: “El líder servidor es primero servidor. El que es primero servidor se cuida de asegurarse de que se estén atendiendo las mayores necesidades prioritarias de otras personas. La mejor prueba,” continúa, “y difícil de administrar es preguntar: ‘¿Crecen como personas los que reciben el servicio?’ ‘Cuando reciben el servicio, ¿se hacen ellos más sanos, más sabios, más libres, más autónomos, más ellos mismos para hacerse servidores?’ ‘¿Y cuál es el efecto sobre los menos privilegiados en la sociedad?’ ‘¿Ellos se beneficiarán o al menos no seguirán siendo desposeídos?’”(13)
La prioridad más alta de un líder servidor, según Greenleaf, es animar, apoyar y permitir a los que se guía para que desarrollen su propio pleno potencial y sus capacidades. Ello lleva a la obligación de delegar la responsabilidad siempre que sea posible e implicarse en participar y discernir en la toma de decisiones. Los líderes servidores se esfuerzan continuamente por tener consciencia de sí mismos pero al mismo tiempo por ser relacionales, visionarios y competentes aunque humildes, afectuosos pero capacitadores, administradores fiables que también son buenos en crear comunidad. ¡No es un reto pequeño!
Todo esto es parte de la teoría organizativa, que no pretende inspirarse de la vida de Jesús o de los Evangelios, y que sin embargo está muy cerca de los valores que nos son queridos. Inspirado por los pensamientos de Greenleaf, el Dr. Leonard Doohan, Catedrático Emérito en la Universidad Gonzaga, Washington, EE.UU., escribió un libro titulado “El Líder Espiritual,” en el que presenta el liderazgo como una llamada motivada por la fe y el amor que resultan de un cambio de vida, de una conversión, y de un progreso importante hacia una nueva visión del papel de uno mismo en el mundo. ¡Un desafío mucho más profundo! En el Capítulo 2, Doohan escribe: “Jesús es el modelo de liderazgo – su profético acto de lavar los pies a los discípulos personifica el liderazgo de servidores (Juan 13:11-5) y su auto-descripción como el Buen Pastor que sacrifica su vida por sus ovejas muestra la profundidad de su compromiso con sus seguidores. (Juan 10: 15) En varias ocasiones, declara que él ha venido hacia nosotros para servir y no para que le sirvan, (Mateo 20:28; Marcos 10:45) una convicción tan fuerte en la Iglesia primitiva que San Pablo puede insistir en que Jesús se vació a sí mismo para asumir la condición de servidor. (Fil 2:7)” (14)
Se hace eco del liderazgo de servidores en el contexto cristiano de los Documentos de la Iglesia. En “Empezar de nuevo a partir de Cristo”, promulgado en 2002, leemos que el liderazgo: “requiere una presencia constante que sea capaz de animar y proponer,” de escuchar y dialogar. (15)
En “El Servicio de Autoridad y Obediencia”, leemos: “las personas en la autoridad promueven el crecimiento … a través del servicio de escuchar y del diálogo, la creación de un ambiente favorable para compartir y para la corresponsabilidad, la participación de todos en las inquietudes de cada uno, servicio equilibrado entre el individuo y el (grupo).”(16)
En la carta “Vigilar”, el Papa Francisco escribía: “No necesitamos una ‘simple administración’, lo que necesitamos es caminar detrás (de los que nos siguen), ayudando a los que se rezagan y –sobre todo– permitiendo al rebaño empezar nuevos caminos. Necesitamos un liderazgo que acoja y anime con una ternura empática la mirada de los hermanos y hermanos, incluso la de los que aprietan el paso o quienes obstaculizan el progreso, ayudándoles a superar la prisa, los miedos o las actitudes de resistencia.”(17)
El ser un líder servidor, en la Sociedad o en cualquier otro aspecto de nuestras vidas, es pues una elevada vocación y una tarea abrumadora, que nosotros sólo podemos asumir como un acto de fe en la bondad de Dios y en la confianza de la lealtad del prójimo. Quizá como criterio, al reflexionar sobre la calidad de servicio de nuestro liderazgo, nos podemos preguntar si aquellos a los que guiamos se están realmente haciendo más capaces de transformar en servicio las esperanzas más queridas por ellos mismos.
Como Presidentes Nacionales, son numerosas vuestras tareas y responsabilidades, pero vuestro papel en sí es relativamente simple. Consiste en apoyar y poner en marcha, en vuestra zona del mundo, los dos principios de la Sociedad: primero – continua oración y segundo – encontrarse con Cristo a través del encuentro con los que son pobres. (18) Imagino que es este segundo principio-encontrarse con Cristo a través del encuentro con los pobres–que lleva la mayor parte de vuestro tiempo y energía, pero quizá sea el primer principio–la oración–el que pese más en vuestros corazones. Como vicentinos, muchos de nosotros nos sentimos casi más atraídos por la acción que por la contemplación, y corremos el riesgo de hacernos, al final, simplemente, filántropos. Quizás en vuestras conferencias locales es difícil poner en marcha una formación espiritual y el aspecto contemplativo del carisma, debido a que los miembros estén muy ocupados con las pobrezas y las vidas de las personas a las que sirven. Quizá vuestros mismos Consejeros Espirituales necesiten algo más de formación vicentina. Al final de esta nota encontraréis referencias útiles de internet, que pienso que os pueden ayudar a apoyarles, como ellos apoyan a los miembros. (19)
Sobre el tema de la oración vicentina, he encontrado la siguiente cita del Padre Javier Álvarez CM, Asistente General, que es a la vez atractiva y útil. Él escribe:
“Utilizando una comparación con la naturaleza, podemos decir que rezando con la experiencia de Dios, la oración que nos lleva al misticismo vicentino, no será “la oración de un pájaro” que revolotea de aquí para allá, buscando novedades que hagan el tiempo que se pasa con Dios menos aburrido. Más bien, necesitamos “una oración de vaca” que rumia las cosas una y otra vez y las digiere lentamente, produciendo una carne sabrosa y unos huesos sólidos. No estamos hablando tanto del tiempo como de la intensidad. La oración superficial puede más o menos hacernos seguir adelante, pero no nos da una experiencia de Dios, ni nos transforma interiormente, ni nos lleva a conocer a Dios en vida. La oración profunda es siempre transformadora. En otras palabras, Dios acaba ocupando completamente la persona desde dentro: cabeza, corazón y manos.” (20)
Encuentro divertido el contraste en las descripciones de la oración de un pájaro y la oración de una vaca, fácil de recordar y eficaz – ¡Espero que vosotros también!
Al llegar al final de mi charla, me gustaría introducir unos momentos de silencio. Me imagino que todos vosotros vinisteis aquí con vuestras mentes y corazones llenos de muchos pensamientos, ideas, inquietudes, sueños, esperanzas, y quizá preocupaciones relativas a vuestras propias Conferencias Nacionales. Desde que llegasteis, ha habido todo el asunto y emoción de las elecciones, los informes, la visita a la plaza de San Pedro – y habrá muchas más cosas mañana y el miércoles. Tanta actividad, tantas palabras, tanto que compartir cuando volváis a casa. En los próximos minutos, os invito a cerrar los ojos e imaginaros que volvéis a casa ahora. Traeros a la mente vuestro país o países, vuestra cultura y circunstancias, la Iglesia en la que estáis, la pobreza que vivís y los miembros de la Sociedad en vuestras Conferencias.
El ver vuestras propias realidades, ¿qué mueve en vuestro corazón? ¿Cuáles son las buenas cosas por las que queréis dar gracias de Dios? ¿Qué parece pesaros en el corazón – y quizá mucho?
¿Cuál es la gracia que queréis pedir a Dios para vuestra propia situación?
¿Qué podéis compartir con vuestros hermanos y hermanas aquí en la Asamblea que les pueda animar y apoyar?
¿Tenéis dificultades sobre las que otros podrían arrojar algo de luz?
¿Qué os hace falta hacer aquí que enriquezca vuestro papel de líder servidor cuando volváis a casa – especialmente vuestro liderazgo en vuestro propio Consejo Nacional?
¿Cuáles son vuestras esperanzas en espera de transformarse en servicio?
Hermanos y Hermanas, quiero daros las gracias por darme esta oportunidad de compartir un poco de vuestra Asamblea y de hablar con vosotros. Cuando yo era niña, mi padre pertenecía a la SSVP y más tarde uno de mis hermanos se hizo miembro – pero he tenido que aprender mucho para preparar mi charla. He aprendido que Federico ha sido descrito como el ‘principal fundador’ de la Sociedad y Emmanuel Bailly como el ‘antecesor.’(21) Se dice que Auguste de Taillandier proporcionó la ‘inspiración inicial’ (22) y Sor Rosalie Rendu la ‘aplicación.’(23) De hecho durante su proceso de beatificación, se ha citado a Federico diciendo que los miembros de la Sociedad eran los ‘ayudantes de las Hermanas de la Caridad.’(24) No estoy muy segura de ello – Yo más bien diría que actualmente somos colaboradores, junto con los Padres de la Misión y los miembros de la Asociación de Obras de Caridad Internacionales (las modernas Cofradías de la Caridad) y, como para todos los grupos vicentinos, el Fundador fue Dios. Rezo para que en el próximo año, de recuerdo y celebración de nuestro origen providencial en 1617, nuestros comienzos discretos, nuestro florecimiento y fecundidad durante 400 años y nuestras esperanzas para el futuro sean para la gloria de Dios y para el enriquecimiento mutuo de cada uno de vosotros y de las personas a las que servís. ¡Que sigáis transformando la esperanza en servicio!
Sor Marie Raw HC
Fuente: http://ssvpglobal.org/
Fuentes
- ‘Mutuae Relationes’ Papa Pablo VI. 1978
- ‘Poetas, profetas y pragmatistas’ Evelyn Woodward 1987
- ‘Vicente de Paúl: Correspondencia Conferencias Documentos’ de Pierre Coste CM. 2005
- DNA = ácido desoxirribonucleico
- ‘Federico Ozanam: fundador de la Sociedad de San Vicente de Paúl’ Jacques Lamarche 1997
- ‘Sor Rosalie Rendu’ Sor Louise Sullivan 2006
- ‘Federico Ozanam conoce a Rosalie Rendu’ de Sor Claire Sweeney HC 2012
- ‘Vida de Sor Rosalie, Hija de la Caridad’ Armand de Melun 1864
- ‘Carta a François Lallier’ Federico 1838
- ‘Federico Ozanam, su vida y obras’, Kathleen O’Meara. 1878
- ‘Carta a Léonce Curnier’ Federico Ozanam 1834
- El Evangelio según Marcos
- ‘El Servidor como Líder’ Robert K Greenleaf. 1970
- ‘Liderazgo Espiritual: la búsqueda de la integridad’ Leonard Doohan. 1970
- ‘Empezar de nuevo con Cristo’ Papa Emérito Benedicto XVI 2002
- ‘El Servicio de Autoridad y Obediencia’ Papa Emérito Benedicto XVI 2008
- ‘Vigilar’ Papa Francisco 2014
- Sociedad de San Vicente de Paúl. Sitio Web Internacional
- http://svdpusa.org/members/Documents/Spiritual-Formation
- ‘La Hija de la Caridad como Profeta’ Padre Javier Álvarez CM 2007
- ‘Otro Vicente de Paúl’ Georges-Albert Boissinot 1991
- ‘Regla de la Sociedad de San Vicente de Paúl’ 2004
- ‘Sor Rosalie Rendu’, Sor Louise Sullivan 2006
- Sacra Congregatio Pro Causis Sanctorum Officium Historicum. 1993
0 comentarios