“También es semejante el Reino de los cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases…”.
Jr 18, 1-6 | Sal 145 | Mt 13, 47-53.
Con cada decisión que vamos tomando en nuestras vidas decidimos el camino que seguiremos. La red del pescador del cual nos habla el Evangelio de hoy refleja el gran amor que nuestro Padre Dios nos tiene pues sale a pescar y quiere que todos entremos a su red. Algunos con nuestras actitudes de indiferencia saltamos de la red o algunos otros con nuestra manera de ser poco solidaria determinamos si queremos ser elegidos o excluidos. En una ocasión escuche a alguien decir que Dios era elitista que solo buscaba a los más aptos; a lo que escuche una respuesta que particularmente me agrado: Dios no es elitista pues al enviarnos a su hijo Jesucristo nos muestra todo su amor y quiere que todos estemos con Él.
Quienes conocen de pesca saben que elegir a los peces buenos de los malos representa el final de la jornada de trabajo y que todo pescador para llegar a ese momento lo hace con gran ilusión, pues quiere colectar la mayor parte posible de peces. Pidamos al Señor que al final de cada día nos permita vivir lo que hagamos con satisfacción y que podamos llevar en nuestras manos muchas buenas obras.
Busquemos ser como ese padre de familia que saca cosas nuevas y viejas del baúl, siendo creativos hasta el infinito en la evangelización de los pobres. Si los métodos y expresiones que hemos venido utilizando en el trabajo, parroquia, movimiento, etc., ya no responden a las necesidades concretas, ¡busquemos nuevos horizontes!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Israel C. Alba Romero, C.M.
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